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Tomás García Rodríguez

Los granados de Santa Isabel

En de Santa Isabel, los granados circundan una fuente en una plaza recatada

25 de octubre 2019 - 08:04

La granada o balaústa es la oronda y rojiza baya frutal de una espinosa planta arbustiva con ansias de ser arbolillo. Los orígenes del granado se remontan a la civilización mesopotámica hace más de cinco mil años, con una naturalización en la cuenca mediterránea oriental y su posterior difusión en Occidente a través de las incursiones comerciales y guerreras de los fenicios. Su nombre científico, Punica granatum, alude en su género a la denominación romana trasmitida por Plinio el Viejo como malum punicam, manzana de Cartago; y en su especie, a los arilos o granos. Ofrece multitud de beneficios naturales y ha sido utilizada desde tiempo inmemorial por sus propiedades dermatológicas, digestivas o fortificantes. Siempre representó un símbolo de fertilidad, belleza y prosperidad, y así lo glosa el bíblico Cantar de los Cantares: "Te llevaría y te introduciría en la casa de mi madre; te daría a beber vino sazonado del jugo de mis granadas". En otro sentido, forma parte del escudo de España, al ser incorporada por los Reyes Católicos a su blasón de armas tras la conquista del reino nazarí, como alegoría de la unidad interna entre los reinos peninsulares bajo la corona y lo "agridulce del reinar".

Su variedad nana de frutos pequeños es propicia para la formación de setos, encontrándose en parques, jardines y rotondas de nuestra ciudad; sin embargo, no es frecuente su presencia como árbol referente en plazas o glorietas. Un caso llamativo es el de la Plaza de Santa Isabel, abrigada tras los muros del convento del mismo nombre y la Iglesia gótico-mudéjar de San Marcos. En este remanso de paz, los granados circundan una fuente en una plazoleta recatada y evocadora con mucha historia en su añada piel. Sus brillantes hojas y sus refulgentes granadas engalanan este diáfano patio, postrado ante la portada de la iglesia conventual trazada por Alonso de Vandelvira a principios del siglo XVII, muestra del mejor manierismo sevillano; el espacio eclesial conserva obras artísticas de relieve creadas por Juan de Mesa, Juan del Castillo o el mismo Valdés Leal. El recinto cenobial fue ocupado primeramente por religiosas de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, desde finales del siglo XV hasta la exclaustración desamortizadora de 1835, estableciéndose después en él una cárcel de mujeres y una Casa de Arrepentidas para prostitutas en estado de exclusión social. Desde 1869 está habitado por la congregación filipense Hijas de María Dolorosa, que desarrolla una amplia labor social y educativa.

Juan Ramón Jiménez reconoció la bondad estética de estos pequeños árboles cuando cantó: "¡Granados en cielo azul!/ ¡Calle de los marineros!/ ¡qué verdes están tus árboles, / qué alegre tienes el cielo!". Para Federico García Lorca, la lozanía y la hermosura de sus frutos encarnan la fuerza desmedida del amor : "¡Oh granada abierta!,/ que eres una llama sobre el árbol,/ hermana en carne de Venus.../ ¡Quién fuera como tú, fruta,/ todo pasión sobre el campo!".

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