Manual de disidencia
Ignacio Martínez
Un empacho de Juanma
Hace más de siete años que el PSOE llegó al poder utilizando un procedimiento completamente legal y legítimo: una moción de censura. Dijo hacerlo para restaurar la decencia y la honradez enlodadas por la corrupción del PP y enarbolando la bandera del feminismo por delante de cualquiera otra.
Hoy estas dos grandes aspiraciones, la honradez y la defensa de la mujer, están siendo puestas en peligro... desde dentro de la fortaleza. No por los ataques y el avance de la derecha y la ultraderecha, sino por un virus interno que parece haber anidado y proliferado en el interior de aquel ejército pacífico del bien y el progreso. Como dijo Pío Cabanillas en los tiempos agitados de UCD, “¡Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!”. Todo lo pueden estropear los villanos que se cuelan en el lado correcto de la Historia. ¡Qué daño hacen!
Lo peor es descubrir que los intrusos han sido los primeros de la clase, los más amigos, los más fieles, los más sacrificados, los que nunca se escaquearon ni dudaron. Por ejemplo, José Luis Ábalos, el que defendió en el Congreso aquella moción de censura contra la corrupción inaceptable y ahora vive en la cárcel por corromperse (para mí fue un gran desconocido en lo personal, dice el Timonel). O el secundario de lujo Koldo, en la misma situación y por la misma causa (mi relación con él fue anecdótica, dice el Timonel, y eso que compartieron viaje en el Peugeot de las primarias y durmió con los avales para que el aparato socialista no se los robara). Hace poco salió de la cárcel –provisionalmente– Cerdán, otro pata negra del presidente desde el principio de los tiempos y secretario de Organización del PSOE tras la caída obligada de Ábalos (“un extraordinario secretario de Organización, uno de los mejores de la historia de este partido, espero que continúe muchos años”, dijo la siempre entusiasta María Jesús Montero). Hace poco dejó su poderoso cargo de analista jefe de Moncloa el sevillano Francisco Salazar, en este caso no por tráfico de influencias, cohechos o mordidas, sino por trato degradante y machista a compañeras de oficina y de militancia.
Los cuatro jinetes al galope de esta caída moral y política fueron los pilares básicos del éxito fundacional del sanchismo. Se ve que entre las numerosas virtudes de Pedro Sánchez no figura su acierto en la selección de personal. En su descargo diré que en aquel momento no tenía mucho donde escoger. Estaba solo.
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