La lluvia en Sevilla

Las increíbles calles menguantes

Si del espacio público descontamos lo que de él se usurpa, nos quedamos pegados a la pared

Al adagio castizo "Sevilla es la Alfalfa, lo demás es tierra ganada al río", le podemos dar un meneo hasta convertirlo en "Sevilla son cuatro rodales de parque, lo demás es territorio conquistado al espacio público". Basta con darse un paseo por las zonas principales de la ciudad para certificar que una parte considerable de las vías y espacios públicos han sido arrebatados, algunas veces con papeles y otras en plan descuidero, al uso y tránsito público. No hablo, no sólo, de esos bares con licencia que no sólo instalan veladores, sino macetones-burladero en plena acera para que los aborígenes no crucemos la calle por allí, vayamos a molestar a la selecta clientela. No hablo, no sólo, de la Plaza de la Magdalena convertida de facto en una especie de patio central del hotel. Ni de las dobles y triples filas de coches. Tampoco sólo de las fotos, que me envía un vecino de Macarena Norte, donde muestra cómo la parroquia de su barrio parece haber aprovechado las obras de ampliación para tomar para sí (¡milagro!) varios árboles de la calle Fedra. Tampoco sólo de la furgoneta plantificada en la acera, que esta mañana impedía a una señora proseguir su camino al mercado sin jugarse el pellejo. Ni del pasaje entre las calles Castilla y Alfarería, que algunos se han querido quedar para sí, mientras se les llena la boca de almíbar al evocar -los ojos puestos en blanco- esa Triana vieja de vecindad y vida en la calle. Ni del jardín liberado y nuevamente apresado en la calle González Cuadrado. Por no hablar de esos que hacen palmas con las orejas cuando hablan de convertir Sevilla en un plató de cine, lo que (traducido) significa que te corten la vida cotidiana de tu plazoleta varios días en nombre de los dioses Promoción y Dinero. O que no se quejan de los stands y otros mamotretos promocionales en las plazas, pero llaman prestos a la Policía si avistan a un mantero. En resumen, si del espacio llamado "público" comenzamos a descontar la usurpación para uso particular que se hace del mismo, nos quedamos como estamos actualmente: pegados a la pared.

Es como ser okupa, pero al revés; es como aplicar las recetas urbanas de Cirugeda pero al contrario: tinglados particulares toman para sí el espacio público, o tratan de aprovechar situaciones de alegalidad para privatizar lo que es de todos y para todos. Los ejemplos que pongo son sólo unos pocos que quizá nos hagan reflexionar y, -con suerte- aviven el seso y despierten a las autoridades locales, para que no olviden jamás que no se puede llamar peatonalización a lo que no está destinado a los peatones, y que su responsabilidad primera es con la cosa pública, con una ciudad donde la chiquillería pueda jugar en sus plazas y parques y cualquiera ir de su corazón a sus asuntos sin volver a casa con ganas de llorar.

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