La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La injusta fama de noviembre en Sevilla

La ciudad se reencuentra con el otoño, con los días cortos y la factura de la luz larga, sin dejar por ello de atesorar belleza

El cuadro de Valdés Leal

El cuadro de Valdés Leal / M. G. (Sevilla)

Tiene fama este noviembre de guadaña, jindama, luces de baja intensidad, penumbra de Valdés Leal, In ictu oculi, dolorosas de luto con adornos de oro, tardes cortas como chicotás de paso de misterio en calle de bulla y factura de la luz que espanta los sentidos. Un mes con mal cartel en la ciudad por mucho que sea suavizado con nueces y castañas, buñuelos, huesitos y las manzanas de estos tiempos que son de entretiempo en lo que al armario de refiere. Repudian estos días los defensores de la alegría oficial cuando se trata de horas con una belleza digna de ser encontrada.

¿Acaso no está la Esperanza guapa cuando aparece vestida de negro como en los días del adiós trágico de Joselito? Noviembre es el mes del reencuentro con el hogar, con las horas intramuros, con la manga larga, con las mañanas tempranas, con las esquelas que pasan lista a quienes siguen pendiente de nosotros, con el torno donde se compran los dulces de la festividad, cuando se oye el Ave María Purísima, se responde sin pecado concebida y resulta que no hay magdalenas, que vuelva usted el viernes que ya las habrá por docenas y medias docenas, ¿verdad Álvaro Pastor?

Noviembre es el mes en que empiezas a cenar sopa de cebolla, buscas antes el regreso a casa porque a las seis y media de la tarde parece que son las once y media de la noche. En noviembre siempre hay una misa de difuntos a la que asistir, liturgia de dalmáticas negras como las que se exhiben, hay calaveras que han contemplado los siglos, en las vitrinas del museo del monasterio de Guadalupe, tan visitado por los sevillanos. Noviembre es el mes de la misa de las siete y cuarto de la mañana en la iglesia de San José, veinte minutos de celebración antes de acudir al despacho profesional en recuerdo de quienes nos arroparon, quisieron y mimaron . Qué injusta la mala fama de este noviembre en el que se abre de capa el hermoso otoño sevillano, cuando el Señor nos regala el redescubrimiento de la belleza sesentera de un templo de barriada. Sí, de barriada con mayúscula.

Tañen las campanas su melancolía en un noviembre con ensayos de costaleros en San Nicolás, relevos del Gran Poder para la tarde del viernes y procesiones de Gloria con el fervor desatado en una ciudad que sabe que el frío ni está ni se le espera. Se alzan las carrozas de la cabalgata, por cuyas estructuras ya marinea Jesús Corral soñando nubes, personajes y destellos de oro y plata. Noviembre tiene la belleza más auténtica por serena y la luz más clara por efímera. El mes bendecido por los santos, el mes de la Esperanza con corona de reina.

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