La Macarena, Cabrero, Queipo...

Algunos olvidan que este hermano mayor evitó el espectáculo que pretendía el Gobierno con la exhumación de los restos del general

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José Antonio Fernández Cabrero, hermano mayor de la Macarena.
José Antonio Fernández Cabrero, hermano mayor de la Macarena. / Juan Carlos Muñoz

31 de julio 2025 - 04:00

Esta ciudad digiere mal los espíritus libres. En el fondo porque mucho aficionado a inquisidor quisiera ser tan libre como algunos de los personajes a los que critica con ferocidad. La libertad es un precio que no todo el mundo puede abonar, sobre todo porque su pago supone muchas renuncias. Cabrero no es un cofrade al uso. Pero ha ganado incontestablemente tres votaciones: dos cabildos electorales y la del cabildo de la restauración, el de la madrugada más difícil. No ha podido gestionar más rápido los apoyos técnicos para proponer una restauración definitiva. No ha podido sacar más fuerzas en el momento personal más delicado. No ha podido reconocer más alto y con mayor claridad el error, la falta de vigilancia y la imposibilidad de controlarlo todo. Pero algunos querían más, sacaban el pulgar hacia abajo y dejaban al desnudo sus fauces hambrientas de ajustes de cuentas, las ambiciones incumplidas o la simple insatisfacción vital. Pocos han recordado la brillante y valiente actuación de Cabrero con ocasión de sacar los restos de Queipo y Bohórquez de la Basílica, con un Gobierno de España apremiándole, señalándole personalmente y poniéndole en un brete como solo puede hacerlo un Ejecutivo. El hermano mayor se la jugó cuando planificó las exhumaciones sin previo aviso al Gobierno, tal como estaba obligado. Si hubiera cumplido la normativa al pie de la letra, la Macarena hubiera sufrido una retransmisión en directo como la del Valle de los Caídos con ocasión de la exhumación de los restos de Franco, con al menos un representante del Gobierno presente y, por supuesto, con una tribuna para informadores de toda España y el extranjero. Pidió un dictamen sobre las sanciones a las que se enfrentaba, se la jugó al decidir no notificar al Ministerio de la Presidencia ni el día, ni la hora. Solo se pudieron captar imágenes de las denominadas de recursos. Se limitó a enviar un correo de madrugada al secretario de Estado con el que se negociaron los detalles. La ley está cumplida. Punto.

Toda aquella discreción, todo aquel sigilo bien calculado, toda aquella cautela para evitarle el "espectáculo" a la hermandad se cayó el pasado 21 de junio. Cuando supimos que la otra noche se votaba en secreto, no nos cupo duda de que muchos hermanos usarían el voto negativo no por estar en desacuerdo con los expertos (sus informes recibieron sonoras ovaciones), sino para castigar a la junta de gobierno. No les parece suficiente penar con la condición de ser responsable del desaguisado. Querían más. En su derecho estaban y están. La opinión es libre, como la nuestra de interpretar que más que votar, trataron de liberar los felinos del vientre en una ciudad de oportunistas, expertos en Arte y, por supuesto, sin memoria. ¿Se puede estar en contra de la gestión de Cabrero? Claro que sí. Pero en la forma de hacerlo se pintan los mejores autorretratos. Solo un gran hermano mayor, una gran persona y un cofrade singular gestiona lo que ha gestionado este hombre en solo un mes y con las cruces que lleva cargadas. Y ha ganado otra votación por amplísima mayoría.

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