Recibida, como tantas cuestiones, por vía paterna siempre sostuve que un detalle cumbre de nuestra Semana Santa es ver cómo se va un palio. La armonía, el compás, la sensación de naturalidad y el temple son detalles que deben acompañar la visión de un palio visto desde atrás en el trance de su retirada. Hay palios y palios, pero en la noche del Lunes Santo me estalló en la cara una vez más cómo es la perfección en el caminar de un paso de palio. Fue en la Campana donde me reafirmé en la sensación de cómo esa perfección se resume en el palio de la Virgen de las Aguas. Si ya en el Museo resultó una maravilla, ver cómo doblaba a Sierpes al compás de Aguas era la constatación de la perfección, sin brusquedades, como deslizándose sobre unos imaginarios raíles parecía una ensoñación, una maravilla.
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