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Las mariposas de Ana Trainof

El efecto mariposa de la fortaleza inquebrantable de Ana Trainof, madre de mayo, se llama Laura Hojman

El sábado, cuando sus compañeros del cine andaluz le daban a Laura Hojman seis rotundos premios por su documental Los días azules, todos vimos a una joven profesional, brillante directora, capaz de contar la poesía en imágenes, capaz de mostrar la vida, el dolor, la alegría. Capaz de devolverle la luz de su infancia a Machado. Yo vi también a Ana Trainof.

Ana, con su pañuelo blanco, con su impecable cabello blanco, con su corazón blanco a pesar de todas las negruras, las persecuciones, los secuestros, los silencios, los olvidos. Ana Trainof madre de mayo, madre argentina, madre de todos los corajes.

Cuando Laura presentó su primer largo, también documental, también sobre un poeta, no la reconocí. Ella a mí sí (lo mío es lógico, era una niña cuando la vi por primera vez, lo suyo es prodigioso o la misma cortesía que gasta toda su familia). Tierras solares se llamaba ese álbum luminoso de un viaje, el que el poeta nicaragüense Rubén Darío hizo con su mujer, Francisca Sánchez, por Andalucía recién estrenado el siglo XX. La idea era osadísima, el laureado vate condenado a llevar como segundos apellidos el palacio de diamantes, el quiosco de malaquita, la gentil princesita, la niña Margarita tan bonita, mostrado en toda su modernidad, deslumbrado por una Andalucía en la que buscaba salud y encontró otra luz, otras luces. Hojman había sido capaz de convertir los diarios del poeta en una película de íntimas aventuras. Había que ser muy valiente. Tan valiente como esa abuela de la que inmediatamente me habló, tú fuiste amiga de mi abuela, Ana Trainof. No, Laura le contesté, yo tuve el inmenso regalo de conocer y querer a tu abuela, a la luchadora, la dignísima, la indesmayable Ana Trainof.

Los Hojman tenían todas las razones para haber sobrevivido gracias a la fortaleza del rencor. La inmunidad de algunas víctimas. El eximente de su inmenso dolor. Pero eligieron la dignidad de la memoria, la bondad, la belleza. Ana, antes de que le arrebataran a hijos y perder al marido, había sido profesora y actriz. Nunca dejó de serlo, aunque los fantasmas de sus seres queridos reclamaran de ella el papel más difícil de su vida. Y sin final feliz. O sí. Los días azules de Machado. El prodigio de esa nieta crecida en amor, en libertad y dignidad. La vida que se les arrebató devuelta ahora en la plenitud del trabajo bien hecho, con el rigor de la memoria que ni se miente ni nos miente.

En el campo de concentración de Terecín (Chequia), Helga de diez años, pinta unas mariposas amarillas volando sobre las alambradas. El dibujo puede verse en el pequeño museo del cementerio judío de Praga. El efecto mariposa de la fortaleza inquebrantable de Ana Trainof, madre de mayo, se llama Laura Hojman. El fracaso del miedo. La belleza derrotando al horror.

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