Puntadas con hilo

María José Guzmán

mjguzman@grupojoly.com

Cómo se mide la impotencia

Los tiempos en la gestión de la crisis dañan a un sistema sanitario en colapso que grita de dolor

El tiempo es relativo. Una hora puede ser un instante o una eternidad. Depende de quien mire el reloj. Los hay solares, de arena, analógicos, digitales... Cuestiones físicas aparte, hay circunstancias donde establecer los tiempos es muy complicado. Y la crisis sanitaria que vivimos es un buen ejemplo. Sin dejar de entender que los recursos son los que son, esto es, escasos, y que hay situaciones sobrevenidas que desbordan el sistema sanitario mejor organizado del mundo, ¿es normal que una familia completa con síntomas evidentes de Covid-19 pase más de una semana desde que dio el aviso esperando un diagnóstico? La sensación de abandono es enorme, sin entrar en otros daños.

Es verídico y prueba carencias, estructurales y organizativas, que frustran las expectativas de pacientes y sanitarios y ponen en jaque el buque insignia de la sanidad pública, la Atención Primaria y, por ende, todo el sistema.

Volviendo al caso: el protocolo se puso en marcha después de insistentes y frustradas gestiones de los afectados, conscientes del riesgo de acudir a las Urgencias, pero temerosos que los síntomas se agravaran. Batallaron, en un loable ejercicio de responsabilidad, para saber cuáles son los pasos correctos. Horas después la indicación fue que el epidemiólogo de zona llamaría a la familia en 24-48 horas que se convirtieron en 72... bueno. Quien llamó fue el médico de familia para dar una cita para la PCR dos días después, y ya habían transcurrido cinco desde el primer aviso. Pero no todos los pacientes de la familia estaban en condiciones físicas para acudir a una cita que discurre dentro de un vehículo. La solución dada pasaba por esperar a ver los resultados de los otros miembros. Pero los síntomas no remitían, ¿y si se trataba de otra patología igual o más urgente? Buscar una consulta con el médico de familia es imposible: no hay disponibles y la agenda está cerrada, por lo que no es posible hallar un hueco antes de final de mes. Tres días después de la realización de las PCR no hay comunicación de los resultados, que se pueden conocer en 4-5 horas. Finalmente resultan positivos y los síntomas son leves, pero la única indicación había sido, hasta entonces, paracetamol y una mera recomendación de aislamiento que se deja bajo la responsabilidad de cada miembro de la unidad familiar, diez con distintas ocupaciones.

Aún no se ha iniciado el rastreo. Algunas personas que habían tenido contacto estrecho con los afectados informaron de su situación y Salud responde, la app, de inmediato notificó con detalle una consulta telefónica que seis días después no se ha producido. La desesperación los empuja a buscar una solución más rápida por lo privado y ésta dilata la angustia (sólo) 24 horas más.

Desesperación al cuadrado. El tiempo no es absoluto. ¿Cómo se mide la impotencia? ¿Y la angustia? ¿Cuál es la espera aceptable? ¿Y la recomendable? Estos tiempos de la pandemia quizás no matan, pero sí agravan la salud, física y mental. Y también dañan la imagen de un sistema sanitario que, sin ser el peor ni mucho menos, está gritando de dolor.

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