La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Qué moderno es vivir del pasado

Se ofrece comer y dormir donde lo hacían los antiguos señores, se trata de vivir experiencias

Los apartamentos son los champiñones del turismo, como los veladores son el colesterol de la hostelería. El casco antiguo es un gran apartamento en una ciudad de entrada, paseo y salida como en una versión actualizada de aquella estructura argumental de la presentación, nudo y desenlace que se estudiaba en el extinto COU. Los turistas vienen, ven y se van. La nueva gallina de los huevos de oro son los apartamentos. Las segundas residencias en el centro se convierten en apartamentos. En los años 60 y 70 del pasado siglo, todo el que tenía una casa, pero una casa de verdad, se fue a un piso de Los Remedios de los que construyeron Gabriel Rojas, Luciano Rosch y compañía. Décadas después, aquellas casas palacio se trocean en apartamentos de los denonimados de lujo con un restaurante en la planta baja. Del sol y playa como fórmula segura de ocio al plato caliente y cama como solución para rentabilizar las casas de antaño. Duerma donde durmieron los antiguos señores. Coma donde comieron. Celebren su boda en los cortijos de los antiguos señores, incluso almorzando en las estancias que acogieron las cuadras, que de todo se ha visto. De las bestias de cuatro patas a las de dos cuando llega la barra libre. Presente su nueva alianza laboral o su nuevo producto en una casa palacio, donde moraron los antiguos señores, siempre los antiguos señores, que de eso se trata. En el fondo se trata de una recreación, de una suerte de mentira de diseño o, dicho en lenguaje comercial, de vivir una experiencia. ¿Recuerdan cuando querían inaugurar y casi lo consigue el simulador de una bulla de Semana Santa en aquellos años en que el Ayuntamiento contaba con las arcas llenas? La autenticidad no vende, porque necesita tiempo y quien la enseñe. La impostura se diseña y se comercializa la mar de bien. A nadie con poder de gestión le importa que cada vez haya menos sevillanos en el centro. El centro lo ahogaron mientras los sevillanos se distraían mirando el sonajero de la peatonalización. "¿Preferías la Encarnación con ratas en lugar de con las setas?", me preguntó un alcalde. El mal menor, siempre el mal menor para justificarlo todo. La economía como gran coartada. Los puestos de trabajo de los bares como gran excusa. Nos falta poco para inaugurar el Observatorio de los Sevillanos en el Centro, donde los expertos a sueldo nos contarán aquellos años en que había cafeterías en la Avenida a las que acudían los oriundos, o aquella calle Sierpes donde se hacían negocios y había tertulias. Y ahora lo moderno a la hora de hacer dinero, ay contradicción, es vender el denostado pasado. Nadie abre apartamentos en el Cerro, en el Parque Alcosa o en la Gran Sevilla. Serán rancios...

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