Resulta rarísimo ver cómo cuando dan las seis y se arrían las persianas se hace la luz. Luz deslumbrante en calles profusamente iluminadas que apenas deja ver a alguien circulando por ellas. Es una imagen extraña que entra de lleno en lo anacrónico, como en un tiempo sin nada que ver con el que padecemos. Luz para ensalzar la Navidad, pero sin apenas celebrantes, con la calle desierta, como profusamente rutilante para nadie. Entramos de lleno en la Navidad, hoy se celebra a Nuestra Señora de Loreto, aquella a la que los ángeles le transportaron la casa de la misma forma que le araron los campos a San Isidro mientras dormitaba. Vivimos un tiempo en el que la pandemia y el crujir de dientes permiten escenas inimaginables, más propias de una macabra pesadilla a la que no se le ve el despertar. Mucha luz, poca gente, una imagen más de esta anormal normalidad.