Crónicas Levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

jmmarques@diariodecadiz.com

Netflix: Retrato de un terrorista

Ternera y Otegi comparten un pasado común, fueron terrorista y negociaron el final de ETA, pero no son hombres de paz Carrero y las conspiraciones Gremlins al agua

Un fotograma de 'No me llame Ternera", de Netflix.

Un fotograma de 'No me llame Ternera", de Netflix. / CD

NETFLIX ha comenzado a pasar la entrevista que Jordi Évole le hizo a quien fuese uno de los jefes de ETA, Josu Ternera. Es plano. No el documental, sino el terrorista. Plano, banal, como un tarugo de madera. El adoctrinamiento sella cualquier fisura de duda hasta convertir a sus militantes en perfiles de serie, no hay nada interesante en él, es un autómata moral programado para justificar las muertes que provocó. Cuando Évole le interroga por el asesinato de Yoyes, su amiga y ex dirigente etarra acogida a los programas de arrepentimiento del Gobierno, responde que la “acción” se debió a un “análisis político de la situación”. Y así todas las muertes, o se debieron a “análisis políticos” o a “errores” cometidos por las fuerzas de seguridad del Estado, ya fuera por no desalojar un supermercado (Hipercor) o una casa cuartel (Zaragoza). No hay más, nada encontrarán en el entrevistado más allá de la confesión de que cree que ETA tendría que haber abandonado las armas en 2005. No es el arrepentimiento lo que causó la entrevista, sino sus deseos de reivindicarse.

Ternera y Otegi tienen pasados similares. Aunque el primero llegó a ser jefe de la banda durante unos años y Otegi fue sólo un pistolero, que intervino en el secuestro de Javier Rupérez y en el intento de asesinato de Gabriel Cisneros, ambos fueron diputados autonómicos y participaron en las conversaciones que llevaron al final del terrorismo. Defendieron el final de la banda armada, pero eso no les convierte en hombres de paz tal como sostuvo sobre Otegi el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Sólo abogaron por esa salida cuando ETA era una organización diez veces descabezada, asediada por la Guardia Civil y rechazada por el pueblo que decía defender.

Otegi ha concedido otra entrevista esta semana –ésta en eldiario.es– en el que reconoce que no hay una mayoría suficiente en el País Vasco para reclamar la autodeterminación. Más que una lástima es una desgracia, porque se hubieran ahorrado cientos de asesinatos si gente como Otegi hubiera llegado a esa conclusión en 1980 cuando Juan Mari Bandrés dejó de considerar la autodeterminación una prioridad al fundar un partido con terroristas reinsertados de ETA político-militar.

No, no han sido hombres de paz, sino terroristas, es verdad que Bildu es algo distinto de lo que fue Batasuna y que está formado por varios partidos, pero Arnaldo Otegi es su líder, su presidente, y eso debiera inhabilitarlo como interlocutor ante el Gobierno. Sobra. Su permanencia es la prueba de que Bildu aún sigue vinculado a los últimos terroristas no arrepentidos.

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