¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Endecha por la muerte del árbol de Santa Ana
La actual estructura de la jerarquía eclesiástica de Sevilla es una pirámide invertida en la que podemos colocar en la base a un cura-párroco. Y seguidamente aparecen los escalones superiores donde figuran los arciprestes, delegados diocesanos y, por último, el reducido consejo episcopal formado por los vicarios de zona, el secretario general y canciller, los obispos auxiliares y el señor arzobispo metropolitano. Por hacer una analogía con la Justicia, primero está el juez de primera instancia, luego la Audiencia y en la cúspide el Supremo. Del nivel inferior al superior aumenta el número de magistrados que pueden conocer y resolver sobre una causa. Si fallan los de abajo, pueden enmendar los de arriba. En el proceso, como decía el catedrático José Luis Murga, está la garantía. “¡El proceso es la gran aportación de los romanos!”, proclamaba el inolvidable maestro en esa universidad no tan lejana en el tiempo en la que todavía había maestros y no siete candidatos a rector. Volvamos a la Iglesia. Es evidente que el párroco de Benacazón no ha estado fino a la hora de interpretar la situación generada por la petición de la familia para que Noelia Vega, con síndrome de Down, sea la madrina de bautizo de su primo hermano. Para muchos basta mirar la cara de la joven para ver la bondad de Dios. Siempre hemos defendido que las personas con discapacidad son las que tienen más méritos al sacar adelante sus vidas, luchar por tener autonomía, cargar con la cruz que el destino ha puesto sobre sus hombros sin dejar de sonreír y ser tantas veces ejemplos de superación.
El arzobispo Saiz ha corregido la “desaplicación”, como la hubiera calificado el entrenador Vicente Cantatore. Noelia será madrina por mucho que el proceso, en sus inicios, haya adolecido de frialdad, de esa calidez necesaria para los asuntos especiales. De una falta de tacto, como tantas que ocurren a diario en una sociedad imperfecta, ha surgido una marea de afecto, cariño y comprensión. Tal vez ahora los familiares de Noelia sean todavía más felices. No nos cabe duda de que será una gran madrina porque, insistimos, solo hay que mirarle a los ojos para descubrir que ella forma parte de esa aristocracia que tiene en su heráldica las armas del amor y la ternura. Es evidente que hay quienes han sido dañados por las aristas de una tramitación desacertada, pero todo se ha arreglado de tal forma que la familia sale más querida. Ahora solo cabe esperar que tanto apoyo revierta todavía más en el bienestar de la madrina. Sabíamos que el arzobispo es valiente, como prueba su apuesta por la atención a los sin techo. Y ahora sabemos, además, que es bueno. En el proceso, la garantía. Roma locuta, causa finita. No caben ya rencores contra nadie. Miremos la cara de Noelia, la sonrisa de Dios. El día del bautizo habremos puesto un granito para una sociedad mejor. Olvidemos las espinas, disfrutemos de la rosa.
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