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RELOJ DE SOL

Joaquín Pérez-Azaústre

Dos novelistas andaluces

EL corazón es un cazador solitario, escribió Carson MacCullers. El corazón es un cazador como el escritor también es un cazador, solitario también, un francotirador del desafío intacto pero oculto en la espesura. El cazador, como el escritor, debe matar al leopardo, porque vivir es matar al leopardo, encontrarse con él para vencerle. El leopardo, así, lo encarna todo: la soledad y el miedo a la soledad, el dolor puro, el terror más entero y su impiedad. El escritor malagueño Andrés Reina ha publicado la extraordinaria novela Matar a un leopardo, muy de actualidad ahora mismo porque cualquier buena novela está de actualidad siempre. Andrés Reina es malagueño pero nació en Tánger, lo que ya le ha inoculado en las arterias el virus misterioso o el veneno feroz de la literatura, unido así al destino de otros autores malagueños de adopción que también fundaron, sobre la libertad de Tánger, toda una colonia literaria liderada en su día por Paul Bowles, por su mujer Jane y también por Truman Capote, viajero ocasional de un erotismo duro en el desierto y el gran superviviente que fuera Robert Felton, el farsante. Matar a un leopardo es una novela novedosa, engarzada a la estela de películas como El Capitán Sky y el Mundo de Mañana o también Vida futura, una gloriosa antecedente de la ciencia-ficción en los cuarenta. Ficción por el total placer de narrar, una prosa pulcra y descremada de cualquier aderezo accidental, Matar al leopardo es también hermana de dos grandes novelas: Vida de Pi, de Yann Martel, y El viejo y el mar, de Ernest Hemingway, porque en ambas el hombre viene a desnudarse de sí mismo para enfrentar la vida abierta y libre, a partir de una fábula certera y emotiva en la que el animal, la bestia impredecible, es una metáfora sentida del miedo de vivir.

También José María Pérez Zúñiga es andaluz de adopción, esta vez por vía madrileña, afincado en la luna de Granada, aunque sus antecedentes literarios puedan rastrearse con más tino en El extranjero de Camus y el Michel Houellebecq menos científico, el que acierta con la condición humana y el descrédito de la identidad, quizá el de Lanzarote, algo en lo que también se hermana la novelística de José María Pérez Zúñiga con la esencia creativa de Paul Auster. Su última novela es Lo que tú piensas, pero fue quizás en Rompecabezas donde José María diseñó toda una arquitectura narrativa en la que la condición solitaria del hombre contemporáneo, el poder descarnado del deseo y la rotura interior del hombre vinculado a una familia son la credencial de lo que ocurre. La prosa de José María Pérez Zúñiga tiene de sequedad expeditiva cuanto la de Andrés Reina luce de una plástica belleza, y ambas sirven al mejor de los fines: contar una buena historia.

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