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Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Las palabras las carga el diablo

SU particular uso del diccionario hace del juez Del Olmo un personaje excéntrico. En este país tenemos buenos magistrados, excelentes profesionales de la judicatura. Una de ellos, la granadina Inmaculada Montalbán, miembro del Consejo General del Poder Judicial y presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género, ha dicho que una sentencia no puede poner en tela de juicio el trabajo de tantos jueces y magistrados que afrontan día a día este grave problema social de derechos humanos. Se refiere a la sentencia en la que Del Olmo interpreta que un hombre que amenaza a su esposa con una caja de pino y la llama zorra, en realidad la considera muy astuta.

El sentido común invita a pensar que el tipo amenazaba de muerte a la mujer, que la caja de pino es un ataúd. Y zorra es un insulto. El diccionario es preciso con ataúd: caja ordinariamente de madera, donde se pone un cadáver para llevarlo a enterrar. Sobre zorra es más amplio, y a eso se agarra este juez de rígida imagen aunque sus resoluciones sugieran un gran sentido del humor. Zorra es un mamífero, una prostituta o un carro para transportar grandes pesos, antes que astuta, la acepción que más se compadece con su raciocinio del juez.

Hay cinco mil jueces en España que dictan un millón y medio de sentencias al año. De ellas, unas 75.000 de los juzgados de violencia de género: diez mil civiles y 65.000 penales. Así que es razonable reclamar que no se ponga en cuestión todo el sistema por unas pocas sentencias, de algunos jueces. Del Olmo no está solo. Tiene pintorescos colegas que tienen la mala costumbre de convertirse en protagonistas. Y un buen juez debería ser prudente y silencioso; hablar sólo con sus resoluciones y garantizar el derecho de defensa a todas las partes.

El afán de protagonismo del juez de Familia Francisco Serrano ensombrece la preparación técnica que se le atribuye. Serrano preside una plataforma ciudadana por la igualdad y ha sido procesado por prorrogar el régimen de visitas de un menor, para que saliera de nazareno en Semana Santa, sin oír a su madre ni comunicárselo. Serrano sostiene que sólo un dos por ciento de las denuncias por maltrato son de violencia habitual y que en dos de cada tres procesos hay sentencia absolutoria. Su actitud militante tiene una salida natural en la política o la abogacía, pero le hace un flaco favor a su profesión.

Mi colega José Aguilar afirmaba hace unos días aquí arriba que el juez Del Olmo se enfadaría si le llamaran cabronazo. Discrepo; una persona con su sentido del humor no podría. Dice el diccionario que cabrón es una persona que resulta molesta. Y la cuarta acepción establece que, coloquialmente, en Cuba cabrón se utiliza para definir a una persona ¡astuta! Definición que, como es sabido, atrae irresistiblemente al juez Del Olmo. Las palabras las carga el diablo.

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