Seguimos para bingo, si como bingo se entiende que sea realidad lo del Sevilla-Betis así que den las diez P.M. en todos los relojes del jueves 11. La esperanza a que da paso la ilusión va tomando cuerpo, pero, aun así, hemos de tocarnos la ropa porque igual que hasta el rabo todo es toro, en fútbol no es gol hasta que el árbitro y el VAR lo validan; y nada es definitivo mientras no veamos a los equipos alineados en posición de zafarrancho de combate.

Ayer hubo un formidable Dortmund-Bayern en Westfalenstadion, hoy Signal Iduna Park, que nos sirvió de alivio, buen paliativo para el mono de fútbol que padecemos. Ver al emergente Haaland frente al muy consolidado Lewandowski no es baladí y ahí andamos, buscando de aquí y de allá mientras rezamos a todo el santoral de guardia que no proliferen episodios como el de los cuatro sevillistas que creyeron que todo el monte es orégano para, además, contarlo.

La reanudación que se pretende con el plato fuerte del derbi el día 11 pende de un hilo y hay que andar con mucho cuidado. Son demasiadas las cuerdas que tiene este complicado violín que nos depara la situación. Por eso, cada vez que se toca la cuestión asegurándose lo que no es nada seguro nos tentamos la ropa y elevamos al Cielo nuestras oraciones para que los deseos se cumplan. Que se cumplan y no surja ese jarro de agua fría que siempre es confundir realidad y deseo.

La realidad en estos momentos va pareja al deseo que tenemos de que sí haya derbi el 11 y dejemos de una vez de practicar esta especie de periodismo ficción al que nos abocó el confinamiento. Y para que no disientan realidad y deseo no cabe otra que cumplir la normativa, lo que no es fácil si tenemos en cuenta la cantidad de factores y de personas que han de ser cumplidos. Por eso, lo de que seguimos para bingo es una forma de rezar sotto voce en aras a lograr el anhelo de turno.