19 de febrero 2025 - 03:08

Publicábamos ayer que el alcalde de Sevilla sigue negociando con la Consejería de Fomento de la Junta el derribo de bloques vacíos propiedad de la Agencia de Vivienda y Rehabilitación de Andalucía (AVRA) ubicados en las Tres Mil Viviendas, la zona de mayor exclusión social del Polígono Sur de Sevilla, a su vez el barrio de menor renta neta media anual por persona de toda España según las estadísticas oficiales.

No es pesimismo, es realismo. Si en más de medio siglo no hemos sido capaces de solucionar los problemas de las Tres Mil Viviendas y de los Tres Barrios. Si, por el contrario, han ido a peor, pasando, en algunos casos, de ser barrios obreros a barrios marginales. Si año tras año se repite este titular: “Polígono Sur, Los Pajaritos y Amate encabezan la lista de los barrios con las rentas más bajas de todo el país”. Si, según la estadística de los declarantes de IRPF por municipios de más de 1.000 habitantes publicado por la Agencia Tributaria el año pasado, Torreblanca es el barrio más empobrecido de España. Si en el informe Pobreza Sur 2024: Barrios olvidados, presentado el pasado diciembre por la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA), se insistía en que en Andalucía se encuentran 10 de los 15 barrios más pobres de España, seis de ellos en Sevilla, en los que “al desempleo, la pobreza y la exclusión que sufren desde hace años se suman la creciente precariedad laboral o el aumento del precio de la vivienda y de los alquileres”.

Si todo esto es cierto, que lo es, ¿cómo podremos afrontar otros desafíos, acoger e integrar a inmigrantes garantizándoles los derechos básicos a la educación, la sanidad, el trabajo y la vivienda, por ejemplo? Hace cinco años escribía la compañera María José Guzmán: “El Ayuntamiento de Sevilla, la Junta de Andalucía y las entidades vecinales acordaron un plan integral comunitario que hoy, justo 4.396 días después de su aprobación, sigue en el aire”. ¡Cinco años! Y todo está igual o peor. Se lucha allí, mucho y desde hace muchos años, y la situación no es tan dramática como en las Tres Mil. Pero parroquias, asociaciones vecinales o ayudas externas de voluntariado no pueden, ellas solas, frenar la lenta, pero imparable caída que hace que, año tras año, encabecemos las listas de los barrios más pobres de España. Es un fracaso colectivo. Pero, sobre todo, gobierne quien gobierne, institucional.

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