El precio de la luz

El problema social y económico tiene serias posibilidades de convertirse en un problema político y electoral

Los guasones del Twitter no se cansan de hacer circular un tuit antiguo de Pedro Sánchez, antes de que le tocara la presidencia en la rifa de la Moción, echando en cara al entonces presidente Rajoy la desorbitada subida de la luz que ensombrecía la capacidad económica de los españoles. El denunciado incremento era, entonces, del 8%, muy inferior al 195% actual que amenaza la economía veraniega de tantos particulares y empresarios, porcentaje escandaloso que ingeniosamente se superponía en el mensaje en rojo sobre el anterior.

Evidentemente, cualquiera que tenga un poco de sentido común, y aunque no tenga un máster en ingeniería, sabe que la subida de la luz obedece sobre todo a factores externos, relacionados con la subida del precio del kilowatio y otros elementos, sobre los que el Gobierno de turno, ya sea muy facha o muy rojo, tiene poco que decir. Producir electricidad en España, por muchas y complejas razones, es sencillamente muy caro, por lo que las eléctricas, que tampoco son (ni tienen por qué serlo) unas hermanitas de la caridad, repercuten el precio en la factura.

Por eso, más que a la indignación, llaman casi a la compasión los lamentos de las ministras relacionadas con el problema, incapaces de solventar en el corto plazo un problema económico importante para tantas familias, muchas de ellas potenciales votantes defraudados con quienes hasta hace un cuarto de hora clamaban contra los presuntos excesos de las odiosas fuerzas conservadoras y ahora, impotentes, apenas aciertan a ofrecer como único remedio una bajada fiscal claramente insuficiente. El problema social y económico tiene serias posibilidades de convertirse en un problema político y electoral, y ahí tienen a los socios de gobierno apartándose de la postura oficial para ponerse al sol siempre calentito del populismo y la demagogia.

En realidad, este como otros nos descubre una vez más la absoluta incapacidad de los dos grandes partidos para ponerse de acuerdo en los temas de Estado -en este caso, el de la política energética-, presos como siempre de una concepción cortoplacista de la política donde las decisiones difíciles nunca se toman. La cuestión no es si con el PSOE o con el PP el precio de la luz es más alto, sino por qué razón en países más industrializados que el nuestro, como Alemania o Francia, y por tanto mayores consumidores de energía, su coste es sensiblemente más bajo.

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