Tentándonos la ropa en medio del puente, en este día concepcionista se le va a pegar el trincherazo con el que rematarlo y seguimos viviendo sin vivir en nosotros mismos. Con las vías principales teniendo dirección única y las luminarias maquillando la ciudad, en estas tardes íbamos con el alma en vilo viendo cómo las bullas no cesaban. Y en el corazón de todo este aquelarre, la constatación de que habremos de esperar un año más para ver a la Madre de Dios por Parras y al Señor bajo los vencejos de San Lorenzo. Un dolor a añadir al cúmulo de contratiempos que estamos sufriendo desde aquel malhadado 14 de marzo en que nos helaron el corazón. Cómo estará la cosa que con meses de antelación ya nos han dicho que de trompetas y tambores, nada de nada, que hay que esperar tiempos mejores mientras en la Campiña el agua sabe a benceno. Qué horror.