la canción del verano

Francisco Andrés / Gallardo

¿Cómo era la receta de la sopa de caracol? (1991)

10 de agosto 2013 - 01:00

GÜATANEGUI consup, chulipatí, chulipamí, uliuli güanacá... Si tú quieres bailar, sopa de caracol. Podía haber sido también puré de macarrones, ensaladilla de berberechos o gazpacho de habichuelas. La receta era lo de menos para bailar, porque lo importante era crear un lema que animara a mover las caderas. El ronroneo durante interminables minutos recitando la invitación a la coreografía erógena y a unas estrofas casi onomatopéyicas, entonando el son sabrosón de la historia en cuestión. Pom.

Ya en 1991 habíamos soportado la lambada y Georgie Dann ya sabía que iba a tener que soportar para siempre la competencia directa de los americanos. En aquel verano estaba en la cresta Juan Luis Guerra tras Ojalá llueva café, Quisiera ser un pez y La bilirrubina. Y entonces se coló por todo el globo el ritmo ratonero de unos hondureños, la Banda Blanca, con esta Sopa de caracol que parecía destinada a ser canción del verano porque sí, porque había que animar los chiringuitos con poca letra y mucho meneíto. Chulipatí, chulipamí. Y a darle a la pelvis, a ver quién podía caer entre sudores con el calorcito y los cubatitas.

Las canciones veraniegas debían tener obligados ecos caribeños, de paquete todo incluido, de cursillo de merengue. Dentro del concepto "salsa" se pringaron así todas las radiofórmulas y todas las noches discotequeras de los años noventa. Aún estaban por llegar los Ricky Martin y Chayanne que conmocionaban en un charco que todavía se cruzaba con timidez por la vía rápida. Fue la bienvenida al 92, que después se marchó a toda prisa dejándonos heridos de pelotazo.

España pensaba que no llegaba a tiempo ni para la Expo sevillana ni para los Juegos Olímpicos barceloneses. Para olvidar el futuro lo mejor era bailar la Sopa de caracol. En verdad no apetecía, con aquel calor y con el emergente empacho de tanto hermanamiento hispanoamericano.

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