La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La Mina es una mina de felicidad en las tabernas de Sevilla
Según parece, el presidente del Gobierno, señor Sánchez, planea reformar el Consejo de Ministros a finales de julio, aprovechando que el personal anda en el campo, en la playa o en el botellón de abajo, y no presta atención al Dream Team monclovita, ni a sus cuitas y adversidades. La reforma, por otra parte, lo sería en dos aspectos. Si, por un lado, se trata de reducir el número de ministrables a indicación de la UE; de otra parte, cabe esperar un nuevo equilibrio de intereses y poderes, habida cuenta los numerosos frentes en que se bate este Gobierno híbrido y bifronte, como Jano.
Si atendemos al número excesivo de ministros, el Gobierno podría prescindir de los ministerios de Consumo y Universidades, sin que sus titulares se dieran demasiada cuenta. En el caso del señor Garzón, por motivos que se le alcanzan incluso al señor Garzón (el precio de la luz no parece ser de su incumbencia); y en el negociado del señor Castells, porque se le ve más cómodo en su papel de alumno desventurado y absentista. En cuanto a la remoción de cargos en los ministerios restantes, son muchos los ministros que acaso merezcan un descanso. Aún así, es la vicepresidenta Calvo quien probablemente ceda su asiento al señor Iceta, no sabemos -o sí- con qué intenciones. A esto cabe añadirle, como parece claro, el duelo interno del PSOE con Podemos; duelo en el que desconocemos quién ganará, pero que nos entretendrá el largo y tedioso ferragosto, cuando andemos discutiendo sobre la quinta ola covid y las fianzas de los mártires del independentismo. Puestos a escoger un nuevo ministro de Consumo, no habría que desdeñar el fichaje de Rockefeller, el muñeco de José Luis Moreno, dada su insólita virtud ahorrativa. Sea como fuere, el resultado será un Gobierno frágil, cuya intención última quizá sea la de ultimar a Podemos mientras el señor Sánchez se mantiene, ávidamente, en el poder.
¿Será, pues, este verano el verano de la transformación, el verano de la normalización y apaciguamiento de España? Esto es difícil predecirlo cuando a una parte del Gobierno y sus apoyos parlamentarios la propia palabra España le produce, digamos, cierta inquietud. De modo que le deseamos mucha suerte al señor Sánchez en su próxima aventura ministerial, con el fin de que los españoles lleguemos al otoño vacunados y no demasiado maltrechos. Entonces empezará el reparto del oro de Bruselas. Y ahí, como sabemos, nos lleva gran ventaja la quejosa y voraz contaduría nacionalista.
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