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Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

El regreso de Kore

En las mitologías antiguas suele haber un eco del secuestro de mujeres como una práctica habitual

Perséfone y Deméter.

Perséfone y Deméter. / DS

A Perséfone la llamaban Kore (muchacha) por esa inclinación que tenían los griegos a nombrar con eufemismos las divinidades del inframundo. Ella fue reina de las profundidades ultraterrenas a su pesar. Había salido con unas amigas a recoger flores y Hades la raptó entre sus gritos y lamentos desesperados. El gran Bernini inmortalizó este momento con una escultura en la que el mármol se hace carne y que podemos contemplar en la Galería Borghese de Roma. En las mitologías antiguas suele haber un eco del secuestro y violación de las mujeres como una práctica habitual.

Deméter, la madre de Perséfone, diosa de la agricultura y “portadora de las estaciones”, la buscó desesperada y, tras muchas tribulaciones, consiguió que Hades la dejase volver una vez al año a su hogar. Es cuando estalla la primavera, fuegos artificiales con los que la naturaleza celebra el retorno de la kore al hogar materno. Por eso que, en estos días, nuestros corazones están alegres junto al de Deméter.

Pese a su origen violento, el matrimonio Hades-Perséfone fue relativamente feliz y estable dentro de ese eterno culebrón que es el Olimpo griego. La juventud de Kore no impidió que se sentase con toda dignidad en el trono junto a Hades. Muchos antiguos la buscaron para que les enseñase el camino correcto hacia la Isla de los Bienaventurados y evitar las geografías espantosas como la del Tártaro. También era una diosa a la que se podía acudir para solicitar deseos inconfesables, una divinidad hechicera y vudú a la que, por la técnica del amarre que nuestras brujas televisivas siguen usando, se le podía solicitar la impotencia del rival amoroso, la ruina de la competencia o la muerte del que nos ofendió gravemente.

Si la Iglesia celebra en estos días su pascua principal, la resurrección de Cristo, se debe, entre otros aspectos, a la santificación de la memoria de Perséfone, divinidad que para muchos investigadores tiene orígenes neolíticos. No insistiré más en lo que todos sabemos. Yeats decía que allí donde las raíces paganas son fuertes, el cristianismo se asienta mejor. Es quizás por eso que donde la fe es sólo un pensamiento frío, filosófico y teologal, una especulación neoplatónica apartada de la vida cotidiana de las personas y de sus más auténticos anhelos, las iglesias están vacías. Y viceversa. Lo vamos a ver estos días en Sevilla de una manera muy especial, pero también en todos los rincones de España y la cristiandad meridional. Bienvenida a casa, Kore.

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