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Juan Antonio Solís
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No sé si les pasa a ustedes, pero a mí la vida no me da tiempo suficiente desde que me digitalizé. Veamos, el reloj que tenía no media el número de pasos, carecía de pulsómetro, ni me avisaba si el ritmo cardiaco era el adecuado o no; pero a cambio con cambiarle de batería una vez cada cinco años era suficiente. El que llevo ahora hay que cargarlo diariamente y despues conectarlo con el móvil donde una aplicación monitoriza mi cuerpo y me informa sobre cuanto he dormido o las calorías consumidas. El móvil nos ha cambiado la vida, ha sustituido a las pesadas cámaras de video y fotografía y en ellos tenemos radios, televisiones, música y libros. Pero sobre todo no sólo nos conecta con nuestros seres queridos, sino que a través de Internet lo hace con el mundo entero. Gran invento, pero requiere también de carga diaria, actualizaciones constantes, carcasas a la moda y hasta de protectores de pantalla y utensilios para garantizar que esté libre de virus. Por supuesto, cada año, nuestro móvil de última generación pierde sus características como tal y en dos, ya es una reliquia. Y al cambiarlo hay que pasar las fotos al nuevo; conectarlo a las direcciones de mensajería e ingresar de nuevo datos y contraseñas de las muchas aplicaciones que vamos acumulando con el paso del tiempo. Un proceso farragoso, que como además suponga cambiar de iPhone a Android o viceversa, adquiere la categoría de hazaña memorable.
Pero no acaba ahí la cosa, quedan la tablet y el ordenador, también necesitados de actualizaciones, drivers, antivirus, muros ante la publicidad y los imprescindibles cambios cada dos o tres meses de las contraseñas para garantizarnos la máxima seguridad. En conclusión, dormimos, trabajamos los que tenemos esa suerte y el resto del tiempo lo consumimos actualizando nuestros sistemas ante el riesgo de quedarnos obsoletos. La izquierda lleva años convencida de que no necesita ponerse al día, presentan candidatos honorables pero veteranos e incluso muchos sueñan con que vuelva Felipe González. Continúan creyendo que basta con cambiar las pilas, cuando lo que hay que hacer es actualizar el sistema operativo. Y luego cuando algo no les funciona echan la culpa a la estupidez humana. Quien cree poco en la gente difícilmente ganará su confianza. Deben de actualizar sus drivers o acabarán en un museo arqueológico, por mucho que nos gusten a todos los relojes de nuestros abuelos.
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