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La sangre de los otros

Sea como enfrentamientos tribales o pugnas entre imperios, la guerra siempre la pierden los mismos: todos

Mañana es 8 de marzo y en algún momento volveremos a evocar su nombre como uno de los irrebatibles referentes del movimiento feminista. El segundo sexo de Simone de Beauvoir (¿quién si no?) marcó el corpus de una filosofía no androcéntrica, el pensamiento desde la visión de una mujer emancipada que se resistía al rol impuesto por mor de la genética. No se nace mujer, se llega a serlo, dijo, defendiendo que lo femenino era un constructo cultural. Su posición feminista, sus ensayos y activismo siguen marcando autoridad intelectual en este feminismo de cuarta ola (o quinta) que considera la igualdad como algo inherente a la democracia y un derecho humano esencial.

Pero Beauvoir fue tan valiente para romper estereotipos en todos los sentidos -de pensamiento, palabra y obra- y no únicamente respecto a la sociedad patriarcal. Algunos de sus libros son desgarradoras confesiones desde una sinceridad implacable consigo misma y con los demás. En Una muerte muy dulce hace una exhaustiva introspección sobre su relación con su madre y la experiencia de ver agonizar de manera lenta y dolorosa a quien a veces había sido su adversaria y un obstáculo para su vocación de independencia. Pero uno de sus libros más impactantes, incómodos para cualquier complacencia ideológica, es La sangre de los otros, escrito en 1944 en plena guerra mundial. Y que vuelve a tener una enorme actualidad.

La guerra es el fracaso de la política, la guerra es un fracaso social. Sea en forma de enfrentamientos tribales, pugnas entre imperios, ataques megalómanos de oligarcas, la guerra siempre la pierden los mismos: todos, salvo algunos pocos que le sacan provecho. Que los hay. Esa sensación de repulsión al enfrentamiento bélico, a la intervención armada, no sólo es lógica sino saludable desde el punto de vista moral. Pero, tal como hoy Europa se debate ¿esta noble idea nos lleva a no intervenir jamás, por justa y urgente que sea la casusa que nos reclama? No es fácil posicionarse. No. Eso mismo sintió entonces Beauvoir, rodeada de amigos y compañeros ideológicos que insistían en el no intervencionismo, con Francia ocupada y nazis y fascistas convirtiendo Europa entera en un campo de batalla, campo de concentración, camposanto. Y publica La sangre de los otros. Desde una postura a favor de las víctimas y de los hombres y mujeres que viven la disyuntiva de morir o matar, Beauvoir escribe un ensayo novelado a favor de la intervención. Conforta hablar de paz y de soluciones desde la política, conforta y ennoblece, pero ¿conforta igualmente no acudir a socorrer a quienes han sido invadidos, quienes son las víctimas de aquellos que no manchan jamás sus manos de sangre? La sangre de los otros.

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