La selección, de contrariedad en contrariedad

Queda claro, muy claro, clarísimo, la víspera de un gran acontecimiento que discurra plácidamente para nuestra selección, ese mismo día se perderá la antigüedad. En la memoria cuando iba a comenzar el Mundial de Rusia, justamente en la víspera del debut, y estalló el asunto Lopetegui. Quizá fuera éste el más desagradable de cuantos festonean la historia de la selección española de fútbol, pero sólo hasta este último, el del positivo de Busquets.

Parecía que noticia alguna podría suplantar la defenestración de Sergio Ramos, pero como todo es susceptible de empeorar, nos estalla en la cara el caso del que iba a suplir al camero en el papel de capitanear al equipo nacional. Atrás queda una gran colección de casos que emponzoñaron el entorno, con el caso Raúl como de los que más polvareda mediática levantaron. Tanto que incluso estuvo a punto de llevarse por delante el irrepetible Luis Aragonés, mi querido amigo.

El peor de todos los obstáculos que encontró España en vísperas de algo importante fue el de Lopetegui. Aquel asunto acabó con el futuro de un equipazo que había ido a paso de oca por la clasificación y que fue destrozado por la imprudencia de Julen y por la incompetencia de Rubiales. La torpe, o interesada, filtración del fichaje del vasco por el Madrid y la precipitada e inadecuada decisión del presidente dieron al traste con un equipo que había levantado fundadas ilusiones.

Ahora, cuando estamos a una semana del debut en la Eurocopa sale como chinita en el zapato o palo en la rueda el positivo por coronavirus del capitán. Un positivo en un grupo es algo que se sabe cómo arranca, pero que deja consecuencias imprevisibles. No sé si algo se ha hecho mal, pero lo cierto es que, por unas cosas o por otras, el equipo de casi todos no sale de una cuando se mete en otra. Vamos a ver cuándo es la próxima contrariedad, que el lunes llega Suecia.