Entre leones
Alberto Grimaldi
Estado fallido, no; Gobierno indolente
La aldaba
Dicen que la Selectividad se endurece porque los alumnos no podrán tomar determinados atajos para hincar menos los codos, ni aprobar determinados exámenes con errores ortográficos. ¡Cáspita! ¿Y eso es endurecer y apostar por la excelencia y el rigor? Hemos convertido en noticia algo que debería ser absolutamente normal. ¿Pero se podía pasar Selectividad con palabras mal tildadas, frases con discordancia de género y número, o términos mal redactados? ¿Pero se podía estudiar solamente un siglo de la historia y descartar el otro porque se manejaba de antemano la opción de elegir entre responder a la pregunta sobre el siglo XIX o la del XX? Ocurre como con la figura de los profesores, personajes con pies de barro en el sistema educativo. Andalucía promovió la autoridad de los docentes por medio de una ley. ¡Cómo no sería la gravedad de la situación que hubo que dar ese paso! Quienes han bajado tanto los niveles de exigencia son los que más daño han hecho al sistema y, por lo tanto, más han perjudicado a los alumnos. Tuvimos que imponer el hábito de la lectura, también por ley. Todo lo que antaño se traía aprendido de casa, hoy hay que garantizarlo por medio de la actividad legislativa. ¿Cómo se consiente que un alumno promocione con asignaturas suspendidas? Por una ley aprobada en plena pandemia sin el consenso político deseable cuando se trata de una materia tan sensible. ¿Cómo se aceptan alumnos universitarios que no saben redactar una oración o conjugar un verbo?
Llamamos endurecimiento a exigir una suerte de servicios mínimos. Tampoco cabía esperar otra cosa de una sociedad que maquilla el concepto de la obligación, que evita aludir al esfuerzo, el sacrificio y la renuncia; que despotrica de los lunes por la mañana o del primero de septiembre, que te machaca con cierto concepto de la calidad de vida y que trata de suavizar todo aquello que pudiera suponer un obstáculo para el ánimo de los más jóvenes. Una sociedad que tutea a personas mayores a las que no se conoce de nada, que ve fascistas debajo de los veladores y que promueve una constante visión del mundo y de la existencia en un marco de happy flower en el que los llamados a ejercer de intelectuales son también víctimas de la fatuidad. Vaya tropa de intelectuales... Que haya que penalizar el mal uso de las tildes por ley es un fracaso, que haya que leer por ley es revelador, que haya que obligar a estudiar el temario completo es un estrépito. Acabaremos reclutando alumnos para un Máster en Dureza en el que, imaginemos la publicidad: "Se enseñará a dar el máximo, sacar la mejor calificación posible de acuerdo con el talento de los discípulos y experimentar la impagable satisfacción del deber cumplido".
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