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Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

El taxi de Travis Bickle no estuvo en el Sicab

Un día coge uno un taxi conducido por alguien honesto y limpio y otro por un truhán maloliente

Bajando el sábado por Luis Montoto disfrutando de la noche me crucé con la caravana de taxistas cabreados. Iban camino de Fibes dispuestos a que su disgusto por los VTC tuviera resonancia al ser muchos los sevillanos y visitantes de fuera que acuden al Salón Internacional del Caballo (Sicab). Una sugerencia: la próxima jornada de liga que hagan lo propio ante el estadio del equipo local al que le toque jugar en casa, el Sánchez Pizjuán o el Benito Villamarín. A ver si lo hacen.

Yo iba de charleta en mi grupo de paseantes cuando oímos una voz. Un hombre se había acercado a un taxi, lento como una babosa, e increpaba al conductor a través de la ventanilla. "¡Id a casa del alcalde y montadle esto a él, no a nosotros, así nos perjudicáis a nosotros, los ciudadanos!", le gritó. Tras el desahogo, se dio media vuelta y siguió andando. El taxista podía haber emulado a Travis Bickle con un "¿Hablas conmigo? ¿Me lo dices a mí? ¿Es a mí? ¿Con quién puñeta te crees que estás hablando?". Y después, en la penumbra de su coche casi al ralentí, podía haber pensando en su amenaza: "Escuchad, imbéciles de mierda, aquí hay un hombre que va a cortar por lo sano". Con los VTC, claro. Pero no, ni se inmutó, y siguió muy disciplinado en la fila, en la que por lo menos no tocaban el claxon. No, la iracundia de estos taxistas sevillanos no llega a la del protagonista de Taxi Driver. Lo del taxi y Sevilla es... no sé cómo decirlo. Admito mi cortedad en este asunto. Es que no es lo del taxi y Sevilla. Es lo del taxi y yo. Disculpen la grosería de llevarlo a un terreno personal, pero es que así. Y creo que a la mayoría de ustedes debe pasarle algo similar. Un día coge uno un taxi conducido por alguien eficaz, honesto, competente, amable, limpio y educado, y otro día uno a cuyo volante va un truhán maloliente. A uno le gustaría toparse con taxistas como los de Noche en la tierra -a ser posible Winona Ryder-, pero no hay en Sevilla conductores así. Aunque a veces ocurre el milagro: hace muchos años cogí un taxi conducido por un tío algo más joven que yo, me arrellané en el asiento de atrás y me quedé atónito cuando descubrí que, lejos de estar dando la murga con Radiolé o Kiss FM, llevaba puesta una cassette -sí, he dicho hace muchos años- de Royal Trux. Hablamos de música. Le solté un propinón, se lo merecía.

Pero la escena habría sido completamente otra si en vez de subir yo lo hace un fan de María del Monte o de José Manuel Soto. Le habría espetado al taxista con esa guasa sevillana: "¿Qué música es ésta mi arma?". Y él, fulminándolo con la mirada desde el retrovisor, le habría contestado: "¿Hablas conmigo? ¿Me lo dices a mí? ¿Es a mí? ¿Con quién puñeta te crees que estás hablando?".

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