Tirar de la cadena con cautela

La aldaba

Todavía quedan negocios con urinarios con el depósito en alto y las cadenas con perilla tan de los años ochenta y noventa

Nos toman por idiotas

La nueva forma de reservar mesa

Una cisterna con cadena en un bar de Sevilla
Una cisterna con cadena en un bar de Sevilla / M. G.

17 de febrero 2025 - 04:00

No le colgamos literalmente el teléfono a nadie por muchas ganas que nos entren, pero mantenemos vigente esa expresión para dar por zanjadas las cada vez más escasas conversaciones porque –todo sea dicho– imperan los modos de generación mute que prefiere redactar una ristra de mensajes ante que el hábito directio y sencillo de hablar. No colgamos ya ningún auricular, como en aquellos preciosos teléfonos antiguos de series en blanco y negro. Ni en los de marcadores de rueda, aquellos modelos setenteros denominados Góndola, ni en los noventeros que fueron comercializados como Teide. Los modelos y usos cambian, el lenguaje permanece. Ocurre con la expresión de colgar el teléfono como con la de tirar de la cadena. El otro día nos encontramos con una en el barrio de Santa Cruz. Con una leyenda estupenda: “Por favor, tiren de la cisterna con cariño, es muy antigua. ¡¡Gracias!!”. Lo primero que nos sorprendió fue la propia existencia de la cisterna con su depósito en alto y con la cadena de toda la vida, un vestigio de décadas atrás. Lo segundo, la alusión al especial esmero que se suplicaba en el uso del dispositivo. “Con cariño”. Ylo segundo, el uso doble de la exclamación al inicio y al final. Porque su utilización al comienzo de la oración es una derrota del español frente al inglés. Ni los políticos al frente de las parcelas de la cultura en el Reino de España redactan como es debido cuando usan la exclamación. Una lástima. Las cisternas son como las cabinas de teléfono. Están en extinción. Y que tengan su cadena con todos su eslabones y su perilla en perfecto estado de revista, una verdadera reliquia de la vida urbana.

Casi se podría hacer un catálogo de cisternas que se mantienen en el tabernerío sevillano. Y habría que incluir en el apartado de cisternas efímeras alguna que se instala en cierta caseta de la Feria. Al desaparecer la cisterna con cadena llegaron los modernos pulsadores, que se estropean igualmente que la cadena porque algunos aplican una desmesurada fuerza bruta. Sin cadena no quedaba más remedio que subirse en la taza para alcanzar el dispositivo, activarlo y que cayera el agua. Con el botón vencido, solo cabe levantar la tapa del depósito y manipular el interior. Desaparecida la cisterna en alto, seguimos refiriendo el acto de tirar de la cadena. Otro caso de pervivencia del lengua cotidiano. ¡Cuántos no quisieran tirar de la cadena como antaño! Y no hacerlo precisamente con cariño, sino con ganas de perder de vista a más de uno. Ocurre que a veces ni hay cadena y, lo que es peor, el depósito no se recarga de agua. Y es justo entonces cuando se produce un problema del que solo te puede librar un buen fontanero.

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