MI padre tiene 84 años y hace poco sufrió un infarto masivo. Por suerte pudo ser operado a tiempo en la Seguridad Social -y de forma magnífica, por cierto-, así que todo salió bien. Pero basta hacer un recuento muy simple para calcular el coste que mi padre supone para la Seguridad Social. A pesar de que se jubiló lo más tarde que pudo -a los 70 años-, ya lleva catorce años cobrando su pensión, con un coste creciente en cuanto a medicamentos y asistencia sanitaria. A este paso es posible que mi padre -y cruzo los dedos- pueda vivir cuatro o cinco años más, pero insisto en repetir la misma pregunta: ¿cuánto cuesta mantener a una persona como él?
Hace cincuenta años una persona de 84 años no solía superar una operación a vida o muerte, pero hoy es posible un hecho así. Y en consecuencia, los ciudadanos viven mucho más tiempo y en unas condiciones mucho mejores, cosa que ha cambiado por completo las circunstancias en que se concibió nuestro Estado de bienestar. En dos mil años de historia, las expectativas de vida de un europeo fueron más o menos las mismas, desde los tiempos de los romanos hasta finales del siglo XIX (la media eran unos 40 años de vida). Pero en sólo cien años han cambiado por completo las cosas. Y eso significa que nuestra sociedad se enfrenta a un problema nuevo que surge justamente a causa de su éxito como sociedad: hemos conseguido que nuestros ciudadanos vivan mucho más tiempo y estén mucho mejor atendidos, pero todo eso nos supone unos costes que cada vez nos resultan más difíciles de sostener. Con una bajísima natalidad y una economía en condiciones muy precarias -y con escasas perspectivas de crecimiento-, es imposible mantener los gastos en pensiones y en sanidad. Y aunque aumentásemos los impuestos e impusiéramos severos recortes a los beneficios de banqueros y grandes empresarios -suponiendo que esas medidas se adoptaran algún día-, nos sería muy difícil sufragar los gastos de personas como mi padre durante diez o quince años más.
Esto es algo que cualquiera de nosotros debería saber, pero por desgracia hay mucha gente que se niega a aceptar estos hechos y los considera una mentira o una imposición de los banqueros. Y sí, es cierto que hay banqueros que quieren privatizar la Seguridad Social, pero los hechos son los hechos, y si no encontramos una solución realista, dentro de poco se vendrá abajo el maravilloso proyecto de protección social que hemos creado.
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