MUCHOS creen que la banca siempre gana, que allí trabajan malandrines encorbatados que le sacan a uno los ojos. Será que mi padre era del gremio -bancario, no banquero- que no me mueve el fanatismo hacia el sector. Tampoco la adoración. Caixabank cometió un error y lo subsana, aunque por el camino haya habido un puñado de daños colaterales, casi 14 meses después. Así de simple es todo.

Concede una vida extra al Caja la entidad financiera después de no encontrar por tierra, mar o aire una oferta digna para entregarle las llaves del cortijo. Cierto, el año pasado le dieron el manojo entero a un señor inversor que ni era lo uno ni lo otro. Rectificar es de sabios. Subyacerán unas razones que jamás conocerán ni los aficionados ni este periodista sobre los porqués de aquella operación y las razones de que haya decidido recuperar unas acciones que no quería ver ni en pintura.

Cantó la gallina pronto y ni Meythaler tenía un euro ni pensaba a largo plazo sobre el proyecto. Money, pero para la buchaca propia. La alianza con otros señores que continúan en la entidad también salió rana, siguiendo con el símil de animales. Total: de repente en la cúspide de la estructura había tipos sin cash, sin preparación, sin experiencia, con soberbia...

Fernando Moral, alabémoslo por intervenir aunque tampoco sea el mesías llegado del cielo, tuvo que ponerse al frente porque el Caja iba camino de echar el cierre en febrero. Sí, a mitad de temporada. No había euros en la caja de caudales. Caixabank puso encima de la mesa lo que fue necesario y la vida siguió adelante hasta que el equipo se salvó. La banca, que no tiene alma pero a veces sí demuestra algo de corazoncito, recupera el club para que no muera. Y hasta aquí llegará.

Después de 28 años echando mano del dinero de una caja o de un banco, tendrá que volar solo el Caja y demostrar que hay hinchada, patrocinios e interés por este proyecto; en caso contrario, en junio cerrará. De verdad.