Narra la historia que, al salir de Granada para el destierro, Boabdil volvió la cabeza llorando y su madre, la sultana Aixa, le dijo: “Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre”. Algo semejante está ocurriendo actualmente en España. Se oyen muchos lamentos, pero ¿dónde están los testigos, no solamente en el campo político y social, también en el ámbito eclesial? Brillan por su ausencia, y no hay nadie, ningún líder, que sea capaz de movilizar a esta sociedad, de resucitar esta nación, antes puesta como ejemplo del mundo occidental, admirada y envidiada, tierra de María, reserva espiritual de Occidente, cuna de innumerables santos y fundadores, ahora postrada en el lamento y el fatalismo. La frase que dijo Alfonso Guerra –“A España no la va a conocer ni la madre que la parió”– se ha quedado en nada viendo la situación actual. 

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