Todos aspiramos a vivir en una sociedad mejor en todos los sentidos. Sin embargo, ese pensamiento se me desvanece todas las mañanas, cuando veo el Parque de Los Príncipes –donde llevo a mi perro a pasear todas las mañanas– lleno de basura, restos de comida y botellas tiradas por el suelo. Y lo increíble es que las papeleras están al lado de los bancos donde se suelen poner los chavales, es decir, que los autores ni siquiera se plantean tirar los desperdicios en su sitio, total, para qué, si ya lo recogerán otros y así no se tienen que levantar. Seguramente, lo más valioso que nos pueden regalar nuestros padres es darnos una buena educación, que sobre todo se da en casa y nos durará toda la vida.

¿Hay algo más triste y vergonzoso que ver a niños pequeños jugando al lado de cristales rotos y botellas tiradas en un parque que está lleno de papeleras? Una vez leí que la educación de un país se puede medir por el estado de conservación de sus calles y sus parques. Aunque al principio no le di mucha importancia, a lo largo de los años he entendido que aquella frase no era ninguna tontería y encerraba mucho más detrás. Intentemos educar a nuestros hijos con valores cívicos desde pequeñitos, pues probablemente muchos otros problemas de nuestra sociedad actual vienen del mismo punto de partida.