Mi aportación contra el desánimo después de tantos días de confinamiento es la fe, que aporta una gozosa serenidad también en las dificultades. Creer en Dios no significa tener todas las respuestas. Si las tuviéramos no haría falta la fe. Y, por otro lado, si pudiéramos comprender a Dios, si toda su sabiduría infinita y omnipotente cupiera en nuestras limitadas mentes, ¿qué clase de Dios sería?

Creer significa creer en el amor de Dios, pase lo que pase. Pero la fe no es algo que dependa exclusivamente de nosotros, es un don (un regalo) y por tanto hay que pedirla. Debemos reconocer que no somos autosuficientes; debemos dejarnos amar por Dios. No sé por qué estamos viviendo esta pandemia y por qué se prolonga tanto en el tiempo.

Pero sé que Dios sufre con cada uno de nosotros, consolándonos como sólo Él sabe consolar. Y que sacará mucho bien de tanto sufrimiento.