Ahora que los docentes andaluces, después de más de cuarenta años sin abrir la boca, han salido a las calles en defensa, según proclaman, de la enseñanza pública, me gustaría aportar una idea que contribuiría, con algunas otras, a que los padres no sigan mostrando una clara predilección por la concertada: equiparar los días de vacaciones de los maestros y profesores a los del resto de los trabajadores y empleados públicos del país.

Resulta un privilegio por completo inexplicable el hecho de que para este colectivo no sean suficientes los más de dos meses de vacaciones que disfrutan en verano, los días de Semana Santa al completo y las correspondientes ferias poblacionales, sino que, además, dispongan de la posibilidad de organizarse pequeños periodos vacacionales a partir de otro de los privilegios que disfrutan: los llamados días de libre elección.

En Castilleja de la Cuesta, el pueblo donde habito, por ejemplo, esto ha supuesto cinco días de fiesta, desde el viernes Día de Andalucía hasta el discrecional martes; todo ello a costa, por supuesto, de los padres, que sí trabajan. Me parece que hasta que los propios docentes no se rebelen contra estos privilegios inaceptables no resultará muy creíble su interés por la enseñanza.

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