Tribuna

Martín Rísquez

Igual que hace siete años

Las elecciones del pasado domingo han dejado un panorama electoral en el que el PP y el PSOE pueden tener representaciones parecidas a las de diciembre de 2015

Igual que hace siete años

Igual que hace siete años / rosell

Políticamente, España ha regresado a la primavera de hace siete años, al periodo tras el fracaso de la primera oportunidad de investidura para Pedro Sánchez por el acuerdo del PSOE con Ciudadanos que siguió a las elecciones de diciembre de 2015. Recuerden que esas elecciones ofrecieron un sorprendente resultado para lo que venía siendo habitual, con el PP y el PSOE con mayor representación parlamentaria, pero en niveles que les dejaban a ambos muy lejos de aglutinar la mayoría necesaria para decidir quién iba a formar gobierno.

Dos nuevos partidos, Podemos y Ciudadanos, habían conseguido una representación más que significativa, lo que les daba derecho a intentar ser parte activa de la conformación del próximo gobierno. Los contactos entre los cuatro solo fructificaron en un acuerdo entre el PSOE y Ciudadanos, que lograron suscribir un texto como programa de gobierno que, sometido a los otros dos partidos (que se excluían entre ellos), no consiguió que ninguno cediera para dar la oportunidad a sus firmantes.

Esa situación solo pudo superarse con nuevas elecciones, en las que el PP reforzó su mayoría y los otros tres partidos sufrieron pequeños retrocesos, por lo que la aritmética parlamentaria ya no daba la oportunidad a los actores del acuerdo anterior y, al negarse en rotundo el PSOE a facilitar el gobierno del PP (“no es no”) se produjo la crisis en la que Pedro Sánchez abandonó la dirección del PSOE pero resucitó con una nueva versión del partido, que reivindicaba la izquierda como arma para detener la sangría hacia Podemos, aunque ésta ya había tocado techo, según habían mostrado las nuevas elecciones.

Es casi imposible resumir lo mucho ocurrido en estos siete años, pero valgan solo los enunciados. Ciudadanos, al apoyar ahora a Mariano Rajoy para la presidencia, se convirtió en “la otra derecha” para el “nuevo PSOE”, que no hizo distingos entre quién le había votado y quién se le había opuesto; el desafío secesionista catalán con la proclamación de la DUI (suspendida segundos después) hizo nacer a Vox en las elecciones andaluzas de 2018; los procesos de los casos de corrupción del PP dieron la oportunidad a Pedro Sánchez de presentar una moción de censura que triunfó con el apoyo de Podemos y de todos los grupos nacionalistas y regionalistas; las nuevas elecciones de abril de 2019 ratificaron el triunfo del PSOE, que no quiso dar entrada ni a Podemos ni a Ciudadanos (éste tampoco se ofreció) en el gobierno, pero que, por ello, no logró mayoría para formar gobierno, y la repetición en diciembre llevó al acuerdo con el primero de esos partidos. No creo que haga falta decir nada de esta legislatura, la más revuelta de todas las que ha vivido la nueva democracia española.

Las elecciones municipales y autonómicas del pasado domingo han dejado un panorama electoral en el que el PP y el PSOE pueden tener representaciones parecidas a las de diciembre del 2015; en la izquierda, con el acuerdo más que probable entre Sumar y Podemos, puede alcanzarse una representación sustantiva y el centro que representaba Ciudadanos ha sido sustituido por Vox en la extrema derecha. Es decir, todo lo que ha conseguido la pugna partidaria de estos siete años ha sido destruir el centro político de España y sustituirlo por una extrema derecha cuyas exigencias ya veremos como son. Por lo demás, las amenazas secesionistas se mantienen en Cataluña y aumentan en el País Vasco, al tiempo que todo apunta a un nuevo crecimiento de los partidos nacionalistas y regionalistas.

Y aquí estamos. Sánchez, con la dirección estratégica que impuso en el PSOE ha vuelto a situar España en una tesitura similar a la del verano de 2016, con la diferencia de que si entonces los interpelados eran la dirección del PSOE de entonces ahora lo somos el conjunto de los ciudadanos. ¿Y qué se nos propone ahora a nosotros? Según la argumentación de las primeras horas, el PSOE ya lo tiene claro: O PSOE o barbarie. Su izquierda viene diciendo algo similar desde que entró en escena. En el PP, bullen dos posibilidades; una la de la presidenta de Madrid: Comunismo o libertad. El nuevo presidente es más prudente: Quien de los dos obtenga mayor representación, que no sea obstaculizado para formar gobierno. Algo irreal, porque el PSOE ya ha confirmado su alianza con la parte domesticada de su izquierda.

Y yo me pregunto: ¿Nos merecemos esto los españoles? Una ciudadanía a la que si se le pregunta donde se ubica ideológicamente responde en sus tres cuartas partes entre el centro-derecha y el centro-izquierda ¿tiene que resolver la situación creada por los partidos con estas disyuntivas? ¿Para eso tenemos a los partidos? ¿Nos daremos cuenta de dónde están las responsabilidades?

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