Tribuna

Rafael Rodríguez Prieto

Profesor de Filosofía del Derecho y Política de la Universidad Pablo de Olavide

Madrid no es España

Madrid 2021 es una moción electoral contra el sanchismo, entendido como la lucrativa convergencia entre la deriva neoliberal de unos y el populismo de otros

Madrid no es España Madrid no es España

Madrid no es España / rosell

Pero se parece mucho. El sanchismo, como etapa senil del zapaterismo, ha iniciado su decadencia. La implicación del presidente en la campaña madrileña la convirtió en una primera vuelta de las generales. No parecía muy inteligente exponerse así. Hace tiempo que el Gobierno se ha desconectado de la realidad de sus conciudadanos y vive obsesionado con emular series de televisión o diseñar campañas de marketing, convenientemente difundidas por sus teles de cabecera. Borges narra en un cuento la historia del minotauro quien, encerrado en su laberinto, salía de vez en cuando al atardecer pero regresaba antes de la noche "por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras desconocidas y aplanadas, como la mano abierta". Se ha hablado mucho del síndrome de Moncloa, pero el sanchismo lo ha sublimado hasta convertirlo en una adolescencia perpetua, cuya llantina toma forma de insulto al que no les vota, sea fascista o tabernario.

Mientras tanto, el destemplado líder el PP recordaba al político que trata de meter la cabeza en la foto de la victoria. La diferencia entre el discurso de Ayuso y el de Casado en la noche electoral da la medida del problema al que se enfrenta el principal partido de la oposición. Mientras que la presidenta electa usaba un lenguaje directo, claro y en clave nacional, Casado no hacía otra cosa que recordarnos su cargo. Probablemente, algún asesor le comentó que se le estaba poniendo cara de Bal y trató de mudar el gesto antes que le enfocara la cámara de La Sexta.

Vox reduce la velocidad de su crecimiento. A fuerza de decir lo que no es, se olvida señalar lo que sí: una verdadera amenaza contra nuestros servicios y pensiones públicas. Buena parte de sus éxitos electorales sólo pueden explicarse por las carencias ajenas.

Las elecciones en Madrid nos ha aportado el certificado de defunción de Podemos. La historia de este grupo de coleguitas se asemeja a esos bollos de Viena que compras en un bazar y, al llegar a casa, ya están duros. Su escasa empatía con la mayoría de la ciudadanía y su servilismo a poderes nacionalistas y económicos nos ahorra a los españoles algunas dosis de confrontación y mal rollo generalizado. Nos deja su apéndice. Más de lo mismo. La costumbre de algunos cuarentones de clase media-alta de Barcelona de votar a las CUP se reproduce en Madrid con este neoperonismo vegano, admirador de países donde necesitas un carnet de adhesión al régimen para operar a tu hijo y seguidor de cierto feminismo que tacha a los hombres de violadores. Un partido regionalista con las mismas ideas fracasadas, pero de modos más oportunistas, y con la misma escasez de propuestas para la clase trabajadora. No obstante, el PSOE es el gran derrotado.

Rufián le confeccionó el traje de pino político a Gabilondo. El "España nos roba" irrumpió en las elecciones autonómicas travestido de "Madrid tiene que estar a nuestro servicio". Así es imposible. Los acercamientos de etarras sin arrepentir, las humillaciones a los Cuerpos de Seguridad del Estado por los nacionalistas consentiditos, la constante erosión de la independencia judicial o su complicidad culposa con la denigración de la figura del jefe del Estado, principal objetivo del separatismo por su defensa de la Constitución, ayudan a comprender el desplome de un partido antaño obrero y quizás español. Nos advirtieron que venía la ultraderecha. Desgraciadamente, hace décadas que la tenemos en el Congreso y en ciertos gobiernos autonómicos. Fomentan la insolidaridad, el enfrentamiento o el clientelismo. Adoctrinan a escolares con la mezquina complacencia del Palacio de la Moncloa. Apedrear al que piensa distinto y justificarlo se ha exportado al resto de España.

Madrid 2021 es una moción electoral contra el sanchismo, entendido como la lucrativa convergencia entre la deriva neoliberal de unos y el populismo de otros. La pandemia ha mostrado su extremo desinterés por gobernar. Para eso están las autonomías o Bruselas. El Gobierno de la trasparencia ha enviado un plan a Europa que desconocemos. No hay que ser muy astuto para imaginarse una propuesta con fuertes recortes en el Estado del bienestar, junto con el pago por el tránsito en autovías. Algo muy propio de un Gobierno que usa el BOE como si fuera su periódico y se jacta del escudo social mientras la reforma laboral permanece impasible el ademán y España comienza a ser colonizada por los ERE. Sabemos que las decenas de asesores cursis del sanchismo son tan refractarios a las condiciones materiales de la gente como Mediaset a la cultura, pero no vendría mal sustituir la imagen del escudo por la del escurridor. Sabes a qué atenerte.

España necesita una izquierda que represente a los que no se resignan a la pérdida de los derechos sociales, ni a la desintegración territorial. Y con urgencia.

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