Tribuna

Juan Carlos Rodríguez Ibarra

Ex presidente de la Junta de Extremadura

Viva la España de los 'perfectos'

Juan Carlos I en su propio país, llegando a extremos de una crueldad sin límites por parte de los mismos periodistas que antaño fueron tan cortesanos

Viva la España de los 'perfectos' Viva la España de los 'perfectos'

Viva la España de los 'perfectos' / rosell

El pasado 29 de septiembre se publicó en un periódico digital una crónica que firmaba una periodista del corazón, haciéndose eco de una información que escribía otra periodista en su blog de la revista Lecturas, que, a su vez, se hacía eco de lo que, al parecer le relató una persona que estuvo presente en la recepción que ofreció el rey británico, Carlos III, el pasado día 18 del mismo mes, en el Palacio de Buckingham a los invitados al funeral por la difunta Reina Isabel II.

No sé a qué facultad o escuela de periodismo habrán ido las citadas más arriba. Una no tiene inconveniente en contar lo que cuenta otra, que a su vez cuenta lo que le contó otro, un invitado que, según dice una de ellas, al parecer estuvo allí. Vamos, lo contrario de lo más elemental en periodismo. Alguien no tiene inconveniente en difamar a otra persona con el solo argumento de lo que cuenta una tercera a la que le contó algo un cuarto. Un cuarto al que nadie conoce por lo que los lectores tenemos todo el derecho a dudar de la veracidad de lo cotilleado. Como no sabemos quién es el testigo, no podemos saber si estuvo o no estuvo en la recepción.

Según escribe la que una de ellas califica como experta en Casa Real (no sabemos si en todas o en la española o en la británica), el rey Carlos III y su esposa, la reina consorte, Camilla Parker, "le hicieron el vacío" y "ningunearon" al rey Juan Carlos I. La experta en Casa Real, escribe en su blog de Lecturas que "el rey Juan Carlos tenía un objetivo muy claro", y era "tener una conversación con el rey Carlos". "Quería contarle quizás sus cuitas, pedirle tal vez su apoyo en el frente que tiene abierto con Corinna (Larsen) en los tribunales ingleses, pero también pretendía recuperar su imagen frente a su hijo y frente a la opinión pública". Como ella no estaba allí, y que se sepa no habló antes con Juan Carlos I, resulta difícil creer que por muy experta que sea adivinara el objetivo "muy claro" del rey Juan Carlos I.

La periodista que se hace eco de lo que cuenta la experta añade de su propia cosecha que "según iba transcurriendo el tiempo, iban entrando más invitados, "el runrún de las conversaciones aumentaba", "algunos le dirigían miradas de curiosidad". A continuación, la periodista se aleja de la escena en la que no estuvo y le cede la palabra a la experta en Casa Real, que tampoco estuvo, para que nos contara que a medida que pasaba el tiempo, el rey Juan Carlos "se iba poniendo más y más nervioso, tenía el rostro congestionado, la expresión impaciente". Al final se colocó "en una especie de pequeña cola que se había formado para saludar a Carlos con Sofía detrás, que ya no sabía qué cara poner".

Lo que acabo de contar refleja el espíritu español, originado por los exquisitos valores cristianos de un país tan católico de procedencia.

No estamos ante un relato periodístico. En cualquier facultad de periodismo ese artículo sería echado a la basura por cualquier profesor. Eso no es periodismo; eso como mucho se puede calificar de panfleto para humillar al Rey

Juan Carlos I en su propio país, llegando a extremos de una crueldad sin límites por parte de los mismos periodistas que antaño fueron tan cortesanos. Esa periodista tiene todo el derecho a repudiar a Juan Carlos I. Puede y debe denunciar las conductas impropias de quien ha ejercido la Jefatura de Estado durante tantos años en España. A lo que no tienen derecho es a tirar por los suelos el prestigio de una profesión tan necesaria para la libertad como es el periodismo. No nos aporta ni una sola prueba de que lo que cuenta sea cierto.

Parece que no nos basta con que don Juan Carlos I haya perdido el empleo y hasta su país, España. No sé si el daño que haya podido causar le ha hecho acreedor a perder una pensión que debería corresponderle como ex Jefe de Estado, como cualquier funcionario público, o como militar en retiro, como comandante en jefe que fue de las Fuerzas Armadas españolas.

Un país que no se inmuta por la fortuna de los Franco o de los Pujol se niega a reconocer los méritos que atesoró a lo largo de su vida el rey Juan Carlos I. Solo nos rasgamos las vestiduras por sus "pecados" y errores como si fuésemos jueces supremos que jamás hemos defraudado a nadie con nuestra conducta o nuestras acciones.

Parece ignorarse concienzudamente que "en el pecado lleva la penitencia".

¡Viva la España de los perfectos!

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