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Pablo Gutiérrez-Alviz

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El cazador de palabras

Los libros de Nebrija y unas cartillas para aprender a leer con sus enseñanzas sirvieron para que en el Nuevo Mundo se hablara y escribiera el castellano con una uniforme corrección

El cazador de palabras El cazador de palabras

El cazador de palabras / rosell

El sueño dorado de cualquier lector (y más del veraniego) es encontrar, al menos, un buen libro para disfrutarlo durante las vacaciones y, a poder ser, de reconocida calidad literaria.

He hallado ese volumen de ensueño. Se titula El sueño del gramático y lo ha escrito Eva Díaz Pérez, directora del Centro Andaluz de las Letras. Aborda la vida y obra del gran humanista, gramático, latinista, historiador y poeta, Elio Antonio de Nebrija, de quien este año se conmemora el quinto centenario de su fallecimiento. En principio, este texto podría parecer una novela histórica al uso. O la fiel y docta biografía de Nebrija con motivo de la mencionada efeméride. Pero, en realidad, es mucho más. Se trata de una excelente novela que, con datos históricos y magia literaria, nos introduce en el Renacimiento español mediante una exquisita narración sobre la personalidad del famoso humanista lebrijano. Este magnífico libro nos sumerge en la etapa histórica española de los Reyes Católicos, su difícil sucesión, la figura del cardenal Cisneros, así como la llegada de Carlos I y las intrigas políticas correspondientes, sin olvidar a la odiosa Inquisición, que le quitó el sueño al gramático durante un buen tiempo.

Díaz Pérez, académica electa de la Real y Sevillana de Buenas Letras, ha confesado que este volumen es fruto de cinco años de intensa documentación (bibliografía que consta comentada en el epílogo), aunque luego lo escribió casi de corrido porque ya estaba mimetizada con el personaje. Un trabajo titánico para traer a nuestros días a un héroe intelectual al que le rinde un vibrante homenaje. Un texto que muchos literatos de renombre soñarían con escribir.

Nebrija, innovador y revolucionario del lenguaje, tuvo que luchar contra el inmovilismo de los maestros de su época. Fijó la Gramática del castellano, y escribió, entre otras obras, la famosa Introductiones latinae, el Diccionario latino español y el Vocabulario español-latino. Asimismo, fue un pionero y un visionario de la importancia de la creación de la imprenta y hasta de los derechos de autor. Su sabiduría renacentista la demostró dominando también la cosmografía: adelantó que Colón estaba equivocado en sus cálculos para llegar a las Indias. Curiosamente, los libros de Nebrija y unas cartillas para aprender a leer con sus enseñanzas sirvieron para que en el Nuevo Mundo se hablara y escribiera el castellano con una uniforme corrección.

La formación de Nebrija resulta especialmente interesante con el relato de su paso por el Colegio de San Clemente de los Españoles de Bolonia, y la descripción del ambiente universitario salmantino. Sorprende que la alma mater de Salamanca no le concediera la cátedra a este sublime gramático, justo en el cenit de su carrera, en beneficio de un irrelevante opositor. Ya anticipa el peligroso y cateto localismo universitario.

La autora califica acertadamente a su personaje como un cazador de palabras (como de mariposas) a las que rescata de un imaginario olvido y dota de etimología, traducción y significado, dejándolas definitivamente clasificadas: un entomólogo del lenguaje. Eva Díaz hace una sentida reflexión sobre la discriminación de la mujer de entonces, y cuenta la existencia de unas celebradas niñas sabias (puellae doctae), algunas de las cuales tenían que travestirse para poder estudiar en la universidad.

Esta novela excita todos los sentidos del lector. El oído no hay que aguzarlo: además de la constante armonía de la prosa se perciben con nitidez los sonidos de singulares instrumentos musicales (sacabuches, chirimías…). La correcta definición de los personajes y del entorno rural y urbano, en su caso, permite ver con claridad el contexto de la época mientras cabría degustar los variados guisos, según la escala social y religión del comensal, a menudo regados con hipocrás o con los vinos de Pitarra o de Toro. La acción suele estar marcada por los olores reinantes en el entorno, como el de la tinta en la imprenta, y el de la hierba corrompida que recuerda la pestilencia del aposento del moribundo; y, por supuesto, se nota con el tacto el pergamino rugoso, el cuero de las cubiertas de los textos antiguos e, incluso, con fino erotismo, la sedosa piel de una cariñosa doncella.

No destripo el libro al anticipar que Nebrija alcanza el sueño eterno en un bello y poético capítulo apócrifo de su hija Francisca.

Como aficionado a la literatura recomiendo esta novela por su amenidad, erudición, estilo, vocabulario, pulso narrativo, intriga e imaginación. En definitiva, un libro redondo que mantiene siempre vivo el interés de cualquier lector: nunca incita al sueño.

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