La tribuna

La Internacional, buenas pintas

La Internacional, buenas pintas

El artículo en nuestro querido periódico anunciando el cierre de la Cervecería Internacional de la muy céntrica y sevillana calle Gamazo, se me clavó en las pupilas como dos agujas ardiendo. No recordaba un impacto barístico tan devastador desde que echaron la persiana Los Dos Hermanos en el Altozano, el bar Chipi de Felipe II o el Flaherty de la calle Alemanes. A esos tristes óbitos hosteleros podríamos sumar otros tan lamentables como los citados, como el de las fallecidas cervecerías llamadas por sus calles, Tajo y Candilejo, o la taberna de Pepe (y el mote que a él no le gusta y por tanto no pongo) en la esquina de Boteros y no voy a mencionar los “cambios de orientación” de algunos negocios que siguen abiertos.

Hace apenas unas semanas nos reuníamos en la Cervecería Internacional los contertulios de El Barbo Azul, para homenajear con unas pintas de Guinness al camarada caído, nuestro queridísimo Antonio Rivero Taravillo, que esperamos esté disfrutando de extensos y verdes campos célticos, por donde transcurra un apacible riachuelo, disfrutando en el porche de la casita de piedra de El hombre tranquilo, de una buena jarra de cerveza stout negra dublinesa.

Yo entro en la Internacional desde que abrió sus puertas. Su ensaladilla, algo desmejorada en la última época, todo hay que decirlo, siempre ha estado en el top five de mi clasificación personal. Las fabes tampoco eran mancas. Ni sus montaditos y conservas varias.

Los entresijos de esta historia, donde entiendo que no hay problemas de facturación, el negocio llenaba a diario, ni de sucesión generacional, además de la pista dada por la propiedad sobre las dificultades con la contratación de camareros competentes, me hace pensar que el cierre no será definitivo. Dejemos pasar unos meses y como hizo el maestro Antoñete y como esperamos que haga el genio de La Puebla del Río, Morante, claro, también, esto no sea más que un amago de retirada, para reaparecer ante un público expectante.

Mientras sí mientras no, la Internacional nos ha dejado huérfanos a los que añoramos esos manantiales de líquidos refrescantes con diversos tonos de rubio. El claro de las cervezas tipo Pilsen, como la misma Pilsen Urquell o la belga Stella Artois, las más caobas cono la Leffe, una de esas jugosas cervezas de abadía, con varios tipos, blonde o brune para elegir. Y un descubrimiento de los últimos tiempos, esa cerveza rojizo oscuro, con espuma cremosa y persistente, que lleva el nombre del emperador nuestro señor, Carlos V, y que a mí me gusta tomar en esas grandes copas tipo cáliz, como un santo grial de la alta fermentación con el doble de malta.

Los días previos a la Navidad en Sevilla van a ser distintos sin la Cervecería Internacional abierta, sin esos fondos de barras llenos de las más diversas botellas, de los espejos de las marcas. Sin las conchitas blancas con la ensaladilla de gambas de la casa, las fabes guisadas o las salchichas alemanas que tan bien acompañan a una buena jarra de cerveza. Así que le voy a decir a los Reyes Magos que he sido muy bueno este año, tanto que no quiero un regalo exclusivo para mí, sino para compartirlo con los cientos de personas, sevillanos y forasteros, que echamos de menos esa barra llena de grifos dorados y plateados, brillantes y frescos, de donde manan las rubias esencias de Bélgica, de Alemania, de Irlanda… Por favor, Majestades, devolvednos la Cervecería Internacional.

También te puede interesar

Lo último

stats