Tribuna

Francisco j. Ferraro

Miembro del Consejo Editorial del Gupo Joly

Ante un otoño económico primaveral

Las previsiones económicas son positivas, pero existen riesgos relevantes y no se están produciendo cambios en el modelo productivo ni reformas estructurales

Ante un otoño económico primaveral Ante un otoño económico primaveral

Ante un otoño económico primaveral

Después de muchos trimestres de desasosiego por la pandemia y de preocupación por la crisis económica, existe una coincidencia generalizada entre las instituciones y analistas económicos de que la dinámica de crecimiento se intensificará en lo que queda de año y en el próximo, y aumentará el empleo y la renta de forma muy generalizada.

Las razones de este optimismo son múltiples. La más importante es el efecto rebote tras una fuerte contracción de la economía andaluza y nacional, que experimentaron una caída del PIB cercana al 11%, por lo que la recuperación de la actividad, aunque siga en valores lejanos a la prepandemia reflejan valores muy positivos. Por el lado de la oferta las restricciones a la actividad económica se han reducido en la inmensa mayoría de los sectores, y solo quedan algunas en los servicios de restauración y espectáculos, y limitaciones menores en educación y otros servicios con relaciones personales intensas y en actividades industriales afectadas por falta de suministros. Además, se ha ido aprendiendo a convivir con la pandemia en la mayor parte de las actividades.

Por el lado de la demanda, desde el inicio de la pandemia se fue generando un extraordinario aumento del ahorro, tanto por precaución como por la imposibilidad del gasto. Esta demanda embalsada está fluyendo desde finales de primavera y ha aumentado considerablemente en verano con la total recuperación del turismo nacional, al que se ha sumado el turismo exterior de forma más positiva de lo que se preveía en julio, aunque lejos de los niveles de 2019. El comportamiento expansivo del consumo y las positivas previsiones para los próximos trimestres también han aumentado la inversión, tanto productiva como inmobiliaria, generando en su conjunto un fuerte aumento de la demanda, en el que también colabora un gasto público que supera los ingresos, a lo que se sumará previsiblemente antes de final de año inversiones vinculadas al programa europeo Next Generation.

Estas dinámicas de oferta y demanda están soportando una recuperación del empleo muy notable: tanto la ocupación (EPA), como la afiliación a la Seguridad Social han alcanzado cifras muy próximas a las de 2019. Todos estos factores continuarán retroalimentándose en los próximos meses y, muy probablemente, a lo largo del año 2022 podríamos recuperar los niveles de PIB prepandemia.

Pero llegados a este punto es necesario llamar la atención sobre los riesgos que pueden limitar la recuperación. El primero es el sanitario, pues la pandemia no se ha superado, y nuevas variantes del virus, la resistencia a la vacunación de diversos colectivos y el bajo nivel de vacunación de la mayor parte de la población mundial pueden provocar rebrotes de la pandemia que obliguen a nuevas medidas restrictivas.

En segundo lugar, algunos indicadores apuntan a que la recuperación se está frenando en China y EEUU, mientras que la UE mantiene una dinámica positiva, si bien el Indicador de Sentimiento Económico de la Comisión Europea ha caído ligeramente en agosto. Buena parte del posible freno a la recuperación vienen determinado por el aumento de la inflación y las causas que la determinan: la recuperación de la demanda y la elevación de los precios de la energía, de otras materias primas y de componentes industriales. Por ahora, el aumento de los costes no se ha trasladado a los precios finales, y el aumento de los salarios también siguen contenidos, pero existe el riesgo de que la inflación se retroalimente y se dispare.

En tercer lugar, las restricciones que limitan el potencial de crecimiento de nuestro país siguen manteniéndose. Por una parte, porque no se han producido cambios en el modelo productivo más allá del aumento de las actividades sanitarias, sin que hayan aumentado de forma significativa las actividades intensivas en conocimiento y nuevas tecnologías, ni las más dinámicas de la demanda mundial. Por otra, porque se siguen manteniendo los desequilibrios financieros públicos que condicionan el futuro. Y, además, porque el marco institucional sigue presidido por un clima político de enfrentamientos en el que la lógica política del corto plazo impide abordar reformas políticas, económicas y sociales bien fundamentadas con acuerdos que ofrezcan estabilidad. Por ello, si no se aprovecha la oportunidad de la recuperación para abordar cambios estructurales volveremos a enfrentarnos con recesiones más profundas, continuaremos con una elevada tasa de paro estructural y con reducido crecimiento potencial para converger con la Europa más desarrollada.

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