Capilla ardiente de Jesús de Nazaret
La Semana Santa lebrijana tiene esta noche su momento cumbre con la velación del cuerpo de Cristo. Una tradición ancestral, de la que existen datos desde hace más de tres siglos y que establece una función única en toda la provincia de Sevilla.
El luminoso Patio de los Naranjos de la parroquia de la Oliva se convertirá hoy en una lúgubre estancia donde los lebrijanos mostrarán sus respetos al Cristo Yacente, una antiquísima talla de mediados del siglo XIV que, ubicado en su urna, preside el patio. Una imagen única, la velación del entierro de Jesús, a la que también acude la Virgen de la Soledad, escenificada como madre de Cristo y depositaria de las condolencias de sus vecinos.
Hasta llegar al claustro de la Oliva, la Hermandad del Santo Entierro, de la que es titular la imagen del Yacente, realiza su particular recorrido por las calles del municipio. A la finalización de los sagrados oficios, sobre las 19:00, se inicia la procesión del entierro de Jesús de Nazaret, un cortejo fúnebre que pisa suelo lebrijano desde su salida por la Puerta del Perdón de la Iglesia de la Oliva. La urna se porta en andas sobre los hombros de ocho hermanos previamente escogidos, y que durante los últimos cinco años conservan el privilegio.
Los integrantes de la comitiva del sepelio guardan el más absoluto de los silencios, y sus atuendos conservan el tradicional luto de las exequias andaluzas. El Santo Entierro carece de hermanos nazarenos, si bien, acompañan al cortejo representantes de las diferentes cofradías de Lebrija, cuyos faroles suponen la única iluminación del séquito.
Pasada la hora de procesión, el cuerpo de Cristo llega hasta la Iglesia de Jesús, donde le espera la Hermandad de la Soledad, con su titular, la Virgen del mismo nombre en la desconsolada imagen de una madre que acude al entierro de su hijo. El sonido metálico y constante de una campana anuncia su incorporación al cortejo. La porta el muñidor, un joven nazareno que rememora al monaguillo que históricamente acompañaba al párroco en los entierros. La Soledad sí lleva hermanos nazarenos, que situados tras el muñidor, se integran en la comitiva, que supera ahora el centenar de personas.
acto de velación
Tras dos horas de recorrido por la carrera oficial de Lebrija, la urna llega a la iglesia de la Oliva, lugar desde el que inició la procesión y que guarda la imagen del Cristo durante la Semana Grande. A lo largo del año, el Yacente tiene como hogar a la ermita del Castillo, para ser trasladado el sábado de Pasión hasta la Oliva.
En el Patio de los Naranjos esperan las cofradías del Santo Entierro y la Soledad. Por turnos de parejas, se van relevando durante todo el acto para honrar la memoria de Jesús. La penumbra invade un lugar con intenso aroma a azahar, y el silencio sólo es perturbado por la música sacra de la coral. La Virgen, testigo del acontecimiento, ocupa un lugar privilegiado en la capilla ardiente, desde el que recibe el pésame de todos los vecinos que acuden a velar el cuerpo de Jesús. Más de dos horas de respeto lebrijano, en una función de honda tradición local.
Finalizado el acto, la Hermandad de la Soledad reinicia su estación de penitencia. La Virgen abandona el patio de la Oliva y marcha hacia la carrera oficial. Le acompañan sus mas de 80 nazarenos, y música de capilla que sólo suena durante las paradas de la cofradía. Una estampa admirada, el discurrir de la Soledad con la única lumbre de las velas de su candelería y los cirios de los nazarenos.
El velatorio del cuerpo de Cristo escenifica la pieza más singular de la Semana Santa lebrijana, heredera de las constumbristas honras fúnebres andaluzas, en clara sintonía con la pasión cofrade.
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