Un curioso museo de antiguos aperos
Una antigua nave vacía que sirvió para criar pollos se ha convertido en el Museo de Aperos de Labranza de Castilleja del Campo. Los impulsores de esta iniciativa son José Moreno, María Zaragoza y su hijo. Ellos, además de ser los propietarios de local, se han preocupado de ir recopilando antiguos utensilios utilizados en las tareas del campo, limpiarlos, prepararlos y colocarlos en esta peculiar sala. María es muy humilde y asegura que "esto no es un Museo, aquí se conoce así pero en realidad fue una locura de mi marido y mi hijo. A ambos les gusta conservar las tradiciones y de esta forma revalorizan las antiguas tareas de labranza que eran muy duras". Lo cierto es que en su interior encontramos infinidad de herramientas de trabajo.
Una normativa sanitaria prohibió que en este local se continuara criando pollos por no reunir las medidas requeridas. Por este motivo, pasó a ser la trastienda de un establecimiento de comestibles. Una vez que los propietarios cerraron el negocio era un local vacío. Ante esta situación José y su hijo pensaron en cómo dar utilidad a un espacio de 200 metros cuadrados. "Comenzamos construyendo una chimenea. Para decorarlo fuimos recogiendo aperos de labranza y otros utensilios hasta llegar a tener todo lo que tenemos hoy en día. Los agricultores conforme fueron comprando las nuevas máquinas se desprendían de lo viejo. Nos parecía una pena que se estropearan o se tiraran".
Fue hace unos diez años cuando padre e hijo se embarcaron en este proyecto. En este tiempo han reunido más de 2.000 piezas.
José explica que "al principio solicitábamos los permisos pertinentes para ir a las fincas abandonadas. Entre lo que los propietarios habían dejado hacíamos una selección de aquello, que aunque ya no servían para trabajar, eran bonitos para conservarlos. Algunos estaban en perfectas condiciones, pero los avances han hecho que ya no sean útiles".
Cuando los vecinos de Castilleja del Campo se enteraron de esta iniciativa, buscaban entre sus pertenencias y aquello que ya no usaban lo cedían a esta familia. Incluso los propietarios del local aseguran que tienen piezas que les han llevado personas de otros municipios de la comarca.
Sin embargo, aunque la pretensión de esta familia es que el Museo siga creciendo en número de piezas, cada vez es más complicado. José asegura que "ahora estas piezas tienen valor y están de moda. La gente no se desprende de ellas pues las utilizan como elementos decorativos, por lo que es más difícil que nos las cedan".
VISITA GRATUITA
Los que quieran animarse a conocer lo que esta familia con dedicación ha ido recuperando, sólo tienen que ponerse en contacto con ellos directamente o mediante el Ayuntamiento de Castilleja del Campo. "Ya hemos recibido numerosas visitas tanto de particulares como grupos organizados", recuerda María. La visita es gratuita y José gustosamente explica para qué servían cada objeto.
De hecho, añade que cada pieza tiene una historia. Entre las más curiosas, José destaca la anécdota de un asador para hacer hoyas. Tras deletrear la palabra, para evitar que los visitantes piensen en las de la cocina, explica que "son unas piezas de un metro cúbico utilizadas para plantar olivos. Son muy complicadas de hacer y su fabricación era lenta. El precio creo recordar que era de cinco pesetas. El dueño de este asador era capaz de hacer unas 15 ó 20 diariamente. Una cantidad sorprendente".
José antes de tener la tienda fue celador del Hospital Virgen Macarena de Sevilla, pero conoce perfectamente la importancia de cada uno de los objetos de labranza pues su padre era agricultor. "Él era el encargado de una finca y yo pasaba mucho tiempo con él", recuerda.
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