Reyes Tirado | Presidenta de la Red Sevilla por el Clima

“Si Espadas quiere hacer algo por el clima, que recupere el Plan Centro”

  • Científica de primer nivel, tras disfrutar de la prestigiosa beca Fullbright en California, trabaja como titular en el laboratorio que Greenpeace tiene en la Universidad de Exeter

Reyes Tirado, durante la entrevista.

Reyes Tirado, durante la entrevista. / Belén Vargas

En la cesta de su compra nunca incluye la carne, pero confiesa que, una vez al mes, cuando sale, no perdona “un buen jamón”. Reyes Tirado (Ayamonte, 1974) se considera víctima del ‘síndrome de ansiedad climática’ o ‘ecoagobio’, producido por la impotencia de ver cómo aumenta la temperatura sin que se tomen las medidas necesarias para evitarlo. No lo dice cualquiera, sino una científica, doctora en Biología por la Hispalense y la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC en Almería, que ha disfrutado de la muy prestigiosa beca Fullbright en las universidades de Stanford y Berkeley (California) y que, en la actualidad, trabaja como titular del laboratorio de Greenpeace Internacional en la Universidad de Exeter. Como activista es presidenta de la Red Sevilla por el Clima desde su creación en 2016, que reúne a profesionales sevillanos que pretenden mejorar la ciudad a través de iniciativas climáticas, con un tono crítico pero siempre constructivo. Actualmente trabajos en las consecuencias ecológicas de la producción masiva de carne.

–-¿Y dice que estos muebles son de madera de mango?

–Sí, los traje de la India.

–¿Y qué hacía allí?

–Trabajaba como científica de Greenpeace para un proyecto de agricultura en Asia. Estuve más de dos años en Bangalore, haciendo muchos proyectos de investigación por las zonas rurales del país. Siempre digo que nunca he ido al Taj Mahal pero me conozco las zonas más remotas de la India…

–Casi un continente.

–Mil trescientos millones de personas con 57 idiomas oficiales… Una civilización de más de 5.000 años que mantiene costumbres antiquísimas.

–¿En qué consistía su trabajo?

–Comparábamos los impactos de la agricultura industrial y los de la ecológica, y cuáles eran los beneficios reales para los agricultores cuando practicaban una u otra.

–¿Algún ejemplo?

–En la India se introdujo el algodón transgénico hace unos quince años y las semillas eran mucho más caras. Lo que hacíamos era comparar no sólo el rendimiento de producción, sino también el económico para los agricultores, teniendo en cuenta todos los gastos.

–¿A qué conclusión llegaron?

–Los agricultores gastaban muchísimo dinero en los insumos [bien de cualquier clase empleado en la producción de otros bienes] y tenían que pedir unos créditos grandísimos, por lo que muchos se arruinaban. El rendimiento no era suficiente para cubrir los gastos y vivían en una cultura del endeudamiento.

La mitad de las emisiones de gases de la ciudad de Sevilla viene del tráfico rodado

–¿Y usted cree de verdad que la humanidad se puede sostener sólo con agricultura ecológica?

–Sería posible, pero tendría que haber cambios muy importantes. No podemos seguir alimentando la gran cantidad de ganadería industrial que tenemos con la tierra de la que disponemos. La producción de carne requiere entre diez y cien veces más tierra que la de una alimentación como la dieta mediterránea, por ejemplo. La agricultura ecológica es mucho mejor para absorber carbono en el suelo y adaptarse a la sequía. También es importante tener en cuenta que tiramos el 30% de lo que se produce en alimentación a nivel mundial.

–Actualmente es una minoría la que se dedica a esta agricultura.

–En el mundo está entre el 5% y el 10%, pero está creciendo muchísimo, sobre todo por la demanda de los países más ricos. Andalucía es pionera y una potencia mundial en agricultura ecológica, pero en el consumo no somos tan líderes…

–¿Se la vendemos a los alemanes?

–Sí, lo vendemos en el norte de Europa. En Inglaterra o Alemania el 30% de la alimentación es ecológica.

–Pero encarece mucho la cesta de la compra, ¿no?, es un consumo para ricos…

–Es un poco más cara, pero todo es cuestión de lo que valoramos la comida y de lo que estamos dispuestos a pagar por ella. Cada vez están más claras las conexiones entre salud y alimentación.

–¿La Cumbre de Acción por el Clima ha servido para algo?

–Sí, pero se ha quedado corta. Ha habido mucho compromiso de reducción de emisiones pero no se ha explicado bien cómo se va a hacer, que es lo que el secretario general de la ONU, António Guterres, estaba pidiendo de esta cumbre.

Una alternativa a corto plazo al Metro es el Bus de Tránsito Rápido, que ya funciona en muchas ciudades

–La veo pesimista

–No, pero es muy complicado… Los líderes políticos mundiales no dan muchas esperanzas, no transmiten un mensaje positivo, pero también es cierto que están surgiendo líderes a otros niveles y las manifestaciones de jóvenes que estamos viendo en todo el mundo es algo sin precedentes. Hay muchos alcaldes, empresas, etcétera, que están mostrando más liderazgo que los representantes de los principales países, que nos están fallando estrepitosamente. La intervención de Greta Thunberg la comparte cada vez más gente… Nos estamos quedando sin tiempo.

–Greta, un personaje controvertido…

–Empezó manifestándose sola ante el parlamento de Estocolmo y ahora tiene detrás a cinco millones de personas, sobre todo jóvenes… Una de las cosas importantes de la cumbre es que un grupo de jóvenes denunció ante los tribunales de la ONU a Argentina, Brasil, Francia, Alemania y Turquía por no hacer nada para defender a la infancia de los impactos del cambio climático. La justicia internacional, tarde o temprano, tendrá que actuar.

–¿Cómo podemos ralentizar el cambio climático?

–Necesitamos una transformación sin precedentes. Las gráficas de aumento de temperatura nos muestran un precipicio. Debemos saber que la solución es política y colectiva. Todos podemos poner nuestro granito de arena, pero es importante que nuestros líderes políticos a todos los niveles sean conscientes del problema, lo que se consigue movilizándose y votando. De esto depende el futuro de nuestros hijos.

–Vale, pero ¿y nosotros, qué podemos hacer?

–Dejar el coche lo máximo posible. La mitad de las emisiones en la ciudad de Sevilla vienen del tráfico y el 70% de este 50% es del coche privado. Claro, también es importante que las administraciones ofrezcan un transporte público eficaz y fomente la movilidad a pie y bicicleta… Otra acción posible es llevar una dieta más sana, con menos carne y más rica en fruta y verdura. También reducir el consumo desaforado, con mucho plástico y poliéster, que no nos produce ninguna felicidad.

–¿El Metro es una solución para bajar las emisiones?

–Hay que sopesarlo bien. Llevamos décadas esperando el Metro y, mientras tanto, no se han ofrecido soluciones reales y amplias para una movilidad sostenible en Sevilla. El problema del Metro es que, en el cálculo más optimista, se tardaría mucho tiempo en construir la red completa… La ONU nos dice que debemos reducir las emisiones un 50% en los próximos diez años… El Metro sirve como medida a largo plazo, pero no a corto, como necesitamos.

–¿Y alguna alternativa a corto plazo?

–Por ejemplo los BTR (Bus de Tránsito Rápido), son vehículos que requieren muy poca inversión y que son capaces de mover a mucha gente con gran eficiencia. Son eléctricos y cuentan con un carril central sólo para ellos. En muchas ciudades de Latinoamérica están funcionando.

El primer mandato de Espadas fue muy tibio respecto al clima. Tengo la esperanza de que va a cambiar

–Mójese. ¿Y nuestro alcalde, Juan Espadas, que estuvo en Nueva York, se está portando bien en estas cuestiones?

–Su anterior mandato fue muy tibio respecto al clima. Muchas promesas y pocos resultados. Pero tengo la esperanza de que durante el actual mandato va a ser diferente y va a retratarse como un líder climático, ya que, al fin y al cabo, es presidente de la Red de Ciudades Españolas por el Clima y ha creado una Delegación de Transición Ecológica. Espero que ahora se hagan muchas cosas, sobre todo en movilidad, vegetación, energías renovables y participación ciudadana, que son los cuatro elementos más importantes. Tenemos esperanzas en que las cosas cambien, pero debe ser un giro radical con respecto a lo que se ha estado haciendo hasta ahora. Por ejemplo, si Juan Espadas quiere hacer algo de verdad por el clima que recupere el Plan Centro, un proyecto socialista que consiguió reducir el tráfico en esta zona un 50%. Lo puede hacer en apenas tres meses

–Y además de los BTR y el Plan Centro, qué más medidas se pueden impulsar.

–Hacer peatonalizaciones en todos los barrios de Sevilla, porque son importantes no sólo por el clima, sino para hacer una ciudad más amable y fomentar el comercio de proximidad. También hay que mantener mejor el carril bici, que lo hemos dejado abandonado. Con poca inversión se pueden hacer muchas cosas, pero hace falta liderazgo e imaginación.

–Nuestro Ayuntamiento estará muy concienciado con el clima, pero su modelo económico para Sevilla se basa, casi exclusivamente, en el turismo, una actividad con una fuerte huella ecológica. Hay una contradicción, ¿no?

–La hay. ¿Cuántos años van a durar las vacas gordas del turismo? Fíjese en la quiebra de Thomas Cook… En los próximos tiempos va a empezar a haber mucha más regulación de las emisiones de la aviación, que se van a gravar con muchos más impuestos, por lo que aumentará el precio de los billetes. Nuestro Aeropuerto no deja de crecer, pero ¿y cuando empiecen a dejar de venir tantos aviones? Además, todas las previsiones apuntan a un aumento del calor en Sevilla, lo que también puede ahuyentar al turismo… Estamos poniendo todos los huevos en la misma cesta. No es decir no al turismo, pero sí que se debe pensar mejor y que debe ser una de las opciones de crecimiento, no la única.

–¿Y los árboles?

–Cada vez hay una mayor concienciación ciudadana y política de que el árbol es importante. El pleno del Ayuntamiento ya aprobó por iniciativa nuestra que Sevilla tenga un sello bioclimático, que obliga a las obras públicas a pensar en estas cuestiones: vegetación, mejor uso del agua… Todo empieza a cambiar, pero en el mandato anterior de Espadas hubo muchos problemas. Se talaron entre 2.000 y 3.000 árboles, muchos con copas que proporcionaban una gran sombra, sin que estuviese claro para nada que todos supusieran un riesgo. Estamos quitando árboles maduros en un escenario de mayor temperatura y menos agua, en el que los nuevos van a crecer peor… Muchos de los que se plantaron el año pasado se han muerto, se han secado. Hay que pensar que quitar un árbol y plantar otro nuevo no es sustituir una farola por otra. Hay una incertidumbre sobre si el plantón va a sobrevivir o no. Hay que pensarlo mucho.

¿Por qué vamos a arriesgar una joya como Doñana por acortar en una hora el viaje entre Huelva y Cádiz?

–Aprovecho que es usted oriunda de Huelva para preguntarle por ese proyecto guadianesco que es la carretera Huelva-Cádiz por las cercanías del Coto. Su fantasma ha vuelto a reaparecer.

–Según mi punto de vista es totalmente innecesaria y arriesga una joya de biodiversidad de Europa y todo el mundo que ya está suficientemente amenazada por la agricultura industrial que la rodea y las extracciones ilegales de agua. Una carretera sería un impacto más. Sinceramente, nos deberíamos preguntar si esa carretera es realmente tan importante, si va a mejorar tanto la vida de la gente de Huelva, Sevilla y Cádiz. Quiero pensar que casi todos pensamos que no.

–Esa manía de hoy en día de querer llegar a todos sitios en un tiempo mínimo y con la máxima comodidad.

–Estamos hablando de una diferencia de tiempo de una hora. ¿Por una hora vamos a arriesgar una joya natural como es Doñana? Esa pregunta es obligada. Además, todas las previsiones apuntan a que el coche va a dejar de ser el principal medio de transporte. Yo viajo mucho al norte de Europa y allí el tren rápido está sustituyendo al coche para este tipo de desplazamientos. Es mucho más rápido, cómodo y barato.

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