“El acceso al Patio de los Naranjos debería volver a ser libre y gratuito”
Juan Cartaya y Manuel Jesús Roldán | Historiadores
Miembros de una activa generación de historiadores de la ciudad, han publicado con Almuzara una guía de alta divulgación sobre la Catedral, un templo cada vez menos conocido por los sevillanos Manuel Bohórquez: “El flamenco fue más importante en el barrio de la Feria que en Triana” Javier Navarro de Pablos: “Sin viviendas, la Cartuja es un polígono”
La cita es en el bar del Círculo (cortesía de uno de los entrevistados), un bonito ejemplo de decoración angloandaluza, con sus maderas oscuras y dos cabezas de toro que le dan al espacio un punto trágico. El menú: amontillado y queso viejo. Los participantes: el arribafirmante y el dúo formado por Juan Cartaya (Sevilla, 1965) y Manuel Jesús Roldán (Sevilla, 1970), autores al alimón de ‘La Catedral de Sevilla’ (Almuzara), una guía de alta divulgación que se adentra en “la historia, el arte, el patrimonio, las tradiciones, las curiosidades, las tumbas, la espiritualidad y los cultos” del templo metropolitano sevillano. Es un mediodía prenavideño e impera en la conversación el buen humor. Ayuda el pegamento del interés por la historia y por la ciudad. Tanto Juan Cartaya como Manuel Jesús Roldán, ambos profesores de enseñanza media, son dos experimentados historiadores con una importante obra a sus espaldas. En ambos se une la vieja tradición y escuela de los eruditos sevillanos con la exigencia más rigurosa de la historiografía universitaria.
Pregunta.–En el libro queda claro que la Catedral no es obra de una sola vez, sino que es el resultado de muchos siglos, estilos, arquitectos... ¿Son los sevillanos conscientes de esto?
Respuesta.–Juan Cartaya (JC). Quizás no, porque quizás la gente no es muy consciente de lo que es la Catedral. Si usted pregunta cuántos sevillanos han visto la Catedral por dentro o cuántos han subido a la Giralda descubrirá que el porcentaje es muy pequeño. El libro pretende, precisamente, dar a conocer al gran público la Catedral, pero desde la alta divulgación. Hemos buceado en una cantidad ingente de bibliografía especializada.
P.–¿La Catedral es un género historiográfico en sí misma?
R.–Manuel Jesús Roldán (MJR). Sin duda alguna. De cada capilla, de cada obra que alberga la Catedral, se podría escribir un libro. De hecho, es muy llamativo que haya objetos litúrgicos de la Catedral que tienen dedicado un libro. Es el caso del facistol. La Catedral es una especie de micromundo.
P.–Un facistol es ese gran atril en el que se ponen los libros de canto para que el coro los pueda leer. ¿Qué tiene de particular el de la Catedral de Sevill
R.–MJR. Un programa iconográfico que hoy es difícil de entender para la mayoría de las personas. El facistol tiene toda una lectura simbólica propia de un mundo muy culto como fue el siglo XVI sevillano. Hoy somos analfabetos de un simple mueble.
R.–JC. Nadie se ha preocupado de enseñarlo. Manuel Jesús y yo, que somos docentes, sabemos de lo que hablamos. Los recortes en las humanidades son terribles. ¿Se puede concebir que hayan quitado el arte bizantino en los programas de Historia del Arte de Bachillerato. ¿Y el paleocristiano? Pues lo han hecho. ¿No vamos a ser incultos?
De cada capilla, de cada obra que alberga la Catedral, se podría escribir un libro
P.–Diego de Riaño, Hernán Ruiz II, Diego de Siloé, Van der Borcht... Son muchísimos los arquitectos que intervienen en la Catedral. ¿Pero hay alguno que destaque sobre los demás a la hora de dejar su impronta?
R.–MJR. Probablemente, no.
R.–JC. Habría que analizarlo por épocas. Quizás el maestre Carlín para la traza gótica, Hernán Ruiz II y Riaño en el Renacimiento...
R.–MJR. De Hernán Ruiz sorprende su modernidad absoluta. Convierte un alminar almohade en un ejemplo del Renacimiento. Es el modelo perfecto de cómo se hace arquitectura nueva sobre un edificio antiguo. Él genera vanguardia en el cuerpo de campanas de la Giralda, pero lo integra perfectamente en algo anterior. No es fácil. A la torre de la iglesia de San Marcos también se le añadió un cuerpo de campanas en el siglo XVIII, pero es totalmente desproporcionado y no integra.
R.–JC. La Catedral está llena de la innovación de Hernán Ruiz II. La Sala Capitular, por ejemplo, es una de las construcciones más modernas que existen. Una sala gigantesca ovoide, con una acústica extraordinaria y un repertorio simbólico fascinante.
P.–A muchos les cuesta concebir que la Giralda estuvo pintada en otras épocas. Los almohades la pintaron de color almagre y, en el siglo XVI, Luis de Vargas hizo diversos frescos sobre su fachada. Esto hoy en día sería imposible. Nos hemos quedado en el canon de José Gestoso de una Giralda desnuda.
R.–MJR. Muchas veces el sevillano no entiende que su ciudad tuvo otra apariencia. Que Sevilla fue una ciudad de colorines.
R.–JC. Pasaba igual con los templos del mundo antiguo. Eran un colorín. Me acuerdo en una domus romana que salió en unas excavaciones de Carmona. Las columnas tenían el fuste de color azul piscina y los capiteles eran amarillo pollo. Lo mismo pasaba con la policromía de las imágenes de la Semana Santa. A la que estamos acostumbrados hoy no es la misma que la del siglo XVII. Si restauraran como debieran el Cristo del Amor la sorpresa sería extraordinaria. Su policromía original es de Sánchez Cotán.
R.–MJR. En la reciente restauración del retablo del Sagrario, que provenía de la capilla de los Vizcaínos, sí se han respetado esos colores tan intensos, muy propio del siglo XVII. Nada que ver con los que hoy le rinden culto a la mugre y la suciedad.
La Sala Capitular es una de las construcciones más modernas que existen
P.–Impensable también sería en Sevilla unas puertas como las que ha hecho Antonio López para la Catedral de Burgos.
R.–MJR. Sería impensable, pero yo admitiría esa calidad en la Catedral de Sevilla. Me gustan las puertas.
R.–JC. A mí también, pero no sé si para ponerlas en la Catedral.
R.–MJR. Hay que tener en cuenta que las puertas de la Catedral de Burgos que van a ser sustituidas no valen absolutamente para nada. Si hay que aportar algo contemporáneo está bien que se haga con esa calidad.
R.–JC. No olvidemos la que se lió, cuando, en el siglo XIX, Ricardo Bellver hizo la Puerta de la Asunción. Tenía a Gestoso echándole el aliento en el cuello porque la estaba haciendo con cemento Portland.
R.–MJR. Una cosa importante es que la Catedral de Sevilla es auténtica en casi todos sus rincones. Cualquier catedral europea está llena de copias, porque los originales se han trasladado a un museo. En la Catedral de Sevilla, sin embargo, sigue todo. El ejemplo más claro son los barros cocidos de Mercadante de Bretaña, que están desde el siglo XV en el mismo lugar y cumpliendo la misma función. Lo mismo pasa con el Giraldillo.
R.–JC. Si se fija, el Duomo de Florencia es un granero, una iglesia vacía. Todo está en el museo. Eso es una enorme falta de respeto. Una catedral es un poso secular. Es la creación de su cabildo, pero también de la ciudad y de sus habitantes que entregaron su dinero y ayudaron a levantarla.
P.–Polémica fue en su día la decisión del Cabildo de cobrar la entrada a la Catedral para asegurar su mantenimiento.
R.–MJR. La verdad es que el equilibrio entre el uso litúrgico y el turístico está muy bien conseguido en la Catedral de Sevilla, aunque se ha caído en algunos extremos. El acceso al Patio de los Naranjos debería volver a ser libre y gratuito. Sabemos que el acceso a la Catedral es gratuito para los sevillanos, pero se deberían buscar formas para que fuese más sencillo. La Catedral tiene que volver a ser un centro identitario de la ciudad. Así era en el medievo. Ahora, no; ahora la vemos muy distante.
R.–JC. Todo es muy complicado, porque las visitas generan ingresos que permiten mantener la Catedral y otros templos. Eso es muy loable. Hay que ver la cara de envidia de los deanes de otras catedrales cuando ven los números de la de Sevilla. Pero tiene razón MJR, es preocupante que la Catedral haya empezado a dejar de identificarse con Sevilla.
P.–Hablemos de la famosa frase: “Hagamos una Iglesia tal y tan grande que los que la vieren labrada nos tomen por locos”.
R.–JC. Es un camelo. Como aquella que se supone que dijo Felipe II en 1570: “Mejor sacristía tenéis que yo Capilla Real”. Lo de “que nos tomen por locos” es una leyenda.
P.–Una crítica clásica que se le hace a la Catedral de Sevilla es su condición de “caballo grande ande o no ande”. Se la considera un poco destartalada frente a otras más pequeñas pero mejor acabadas, como la de Burgos.
R.–JC. La enormidad de la Catedral tiene sentido, porque cuando se hizo Sevilla era una de las ciudades más grandes de la Monarquía. No era sacar pecho, sino que hacía falta un templo grande para acoger muchos fieles.
R.–MJR. El hecho de que sea tan grande condiciona mucho su lectura. Es muy difícil interpretar la Catedral de Sevilla. Cinco naves más dos naves de capillas laterales, más añadidos renacentistas, más una torre que no está donde debería, más un patio que es de una mezquita... Se empieza por los pies en vez de por la cabecera... Todo es diferente.
Lo de ‘que nos tomen por locos’ es una leyenda, un camelo
P.–En la construcción hubo sus más y sus menos entre el Cabildo y la Monarquía.
R.–MJR. La Catedral es un ejemplo de las luchas de poder. El Cabildo, el Arzobispo, los capitulares de la ciudad, la Monarquía... cada uno es un poder diferente.
R.–JC. En la Catedral el que manda es el Cabildo y el deán del mismo. Es un ejemplo claro de contrapoder.
P.–Díganme, por favor, su rincón favorito de la Catedral.
R.–JC. Sin duda, la Capilla del Mariscal. Es una obra de Pedro de Campaña maravillosa, espectacular. Allí están enterrados unos conversos poderosísimos, los Caballeros de Cabrera. Dieron el gran salto de estar perseguidos por la Inquisición a pertenecer a la nobleza. Por eso el motivo del retablo es la circuncisión de Cristo, que es la manera de sellar la alianza del pueblo de Israel con Dios.
R.–MJR. El mío es la capilla de la Virgen de la Antigua. La primera razón es porque me casé allí. Me parece un lugar con una magia especial, como pasa también con la capilla de profundis de Santa Inés. Son lugares donde se nota lo sagrado. Es el espacio donde probablemente estuvo el mihrab. Resulta muy sintomático que, en la gran ciudad de la escultura, la gran devoción durante siglos fuese una pintura mural de un gótico tardío relacionado con el gótico sienés. Representa una época exquisita de la que se conoce muy poco, el siglo XIV. La Virgen de la Antigua era la Virgen de Sevilla.
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