Rafael Ortiz. Galerista

"El arte contemporáneo es un sector que, actualmente, se está desmoronando"

  • Junto a Juana de Aizpuru y Pepe Cobo formaba parte de la triada capitolina de las galerías sevillanas. Ahora, es el único de los pioneros que mantiene abierto el negocio en la ciudad

A Rafael Ortiz se le considera hoy una vaca sagrada, el galerista de arte de referencia de una ciudad cuyas relaciones con la contemporaneidad son siempre tormentosas. Sin embargo, ya nadie se acuerda de que hubo un tiempo en que este hombre discreto, amable y de peinado napoleónico fue un pionero, una de esas personas que se adentran en los territorios ignotos sin mapas ni brújulas. Los ochenta empezaban a bullir y la ciudad, como toda España, superada la Transición, tenía sed de modernidad. Rafael Ortiz aceptó el reto y supo arriesgar. Aún recuerda que le llamaban "loco" cuando, junto a su mujer, Rosalía, decidió comprar el espléndido caserón de la calle Mármoles para montar galería y vivienda, al estilo de los antiguos maestros gremiales que unían taller y morada. Los comienzos no fueron fáciles, y más de una vez pensaron en cerrar el negocio al ver los números rojos de la cuenta bancaria. Sin embargo, aguantaron y lograron ser lo que hoy son. Pasados los años de bonanza y llegada la crisis, sus compañeros de generación se marcharon buscando tierras más fértiles (Madrid, la América emergente...), pero él se quedó, erre que erre, en la ciudad, al modo de esos granjeros tercos que vencen a las sequías. Y todo por amor al arte.

-Hace apenas una década, en Sevilla había tres grandes galerías de arte contemporáneo: Juana de Aizpuru, Pepe Cobo y la suya, Rafael Ortiz, la única que permanece abierta en la ciudad. ¿Se siente un fin de raza?

-Sí, como decía el Marqués de Leguineche en La escopeta nacional, la película de Berlanga, soy un end of the saga [risas]. La verdad es que cuando Juana, Pepe y yo comenzamos a trabajar no teníamos muchos referentes y tuvimos que inventarnos nuestra propia historia... ¿Qué queríamos hacer? ¿A dónde queríamos llegar? Junto a otros compañeros del momento o que nos precedieron creamos el corpus de las galerías en España y pienso que se ha hecho un trabajo excelente. Actualmente, todo el sector está muy profesionalizado.

-Hoy en día hay un sinfín de cursos y másteres donde prepararse, pero en su época no existía esta oferta. ¿Cómo nació su vocación? ¿Estudió algo relacionado con el arte?

-Fuimos autodidactos. Mi padre era anticuario, aunque a mí me interesaba mucho más el arte actual. En principio iba a estudiar Historia del Arte, pero vi el programa y deseché la idea: ¡apenas llegaba al Impresionismo! Eso sí, siempre he estudiado mucho y devoraba cualquier revista que traían los amigos del extranjero o de otras partes de España. Mi mujer, Rosalía, con la que siempre he trabajado, estudió Química.

-¿Cuál fue su primera galería?

-Nos hicimos cargo de la Galería Melchor, en la Plaza Alfaro, que era de mi padre, aunque no la dirigía, e iba a cerrar. Empecé a viajar mucho y a recopilar información para ver lo que podíamos hacer. Mantuvimos el nombre, pero cambiamos radicalmente el enfoque para exponer a los que eran jóvenes hace más de 36 años, la gente de nuestra generación. Allí hizo su primera individual Patricio Cabrera antes de terminar su carrera y expusieron Pedro Simón, José María Báez... Estuvimos en Melchor cuatro o cinco años, hasta que comprendimos que necesitábamos más espacio, principalmente para montar un almacén. Entonces vimos la casa donde estamos, Mármoles 12, curiosamente la calle donde nací y también donde estudié en el colegio San Vicente Mártir, que era del padre de Teodoro Falcón. Decidimos comprarla y la gente nos decía que estábamos locos.

-Ya ha mencionado dos veces a su padre, Melchor Ortiz, sobre el que actualmente se está realizando una exposición en la Casa de la Provincia.

-Mi padre era un hombre que tenía un gran ojo para los negocios. Era pintor de vocación, pero no quería dar clases y entró en el mundo de las antigüedades y de la artesanía en madera dorada con un taller en el que se hacían marcos, cornucopias y esas cosas... Sin embargo, siempre mantuvo su estudio de pintor, aunque nunca quiso sacar su obra al mercado, ni siquiera en su galería Melchor.

--Como pintura tenía un toque vanguardista, incluso con alguna obra abstracta.

-Sí, completamente, y de hecho la exposición está causando una gran sensación. Pero la pintura siempre fue para él una actividad privada. Entonces, para triunfar en el arte había que irse de Sevilla, como le pasó a Luis Gordillo, Jaime Burguillos, Carmen Laffón... Lo mismo que está volviendo a pasar ahora.

-¿Se está volviendo a dar la fuga de talentos artísticos?

-Sin duda y es terrible. Ahora mismo, muchos galeristas y coleccionistas estamos haciendo una labor de mecenazgo importante. Por ejemplo, hemos creado una especie de beca para apoyar a la joven fotógrafa Sonia Espigares o hemos hecho posible una exposición en Córdoba de la obra de Juan Serrano, un artista del Equipo 57 que a sus 85 años ha realizado una muestra impresionante.

-¿Está el sector privado sustituyendo a las administraciones públicas en la promoción del arte?

-Absolutamente. No sé muy bien si las administraciones se dan cuenta de la cantidad de artistas que se están quedando aparcados o que se tienen que buscar la vida fuera de nuestra comunidad. En Andalucía, la falta de adquisiciones por parte de los museos, la falta de ayudas y becas para los artistas, etcétera, es preocupante. Pongo un ejemplo: la Junta todavía no nos ha pagado la ayuda que nos concedió para ir a Arco en 2012. Presentamos factura y abonamos el IVA correspondiente y todavía estamos esperando. No se dan cuenta de que las galerías de arte son el segundo eslabón en la cadena, el que le da visibilidad al artista y el que vende su obra... Ahora mismo hay artistas magníficos, con obras en grandes museos, que han dejado de vivir de su trabajo y se ha tenido que dedicar a otras cosas. Pero es más, la crisis no afecta sólo a galerías y artistas, sino que también coloca en aprietos a montadores, transportistas, críticos, comisarios, enmarcadores... El arte contemporáneo es un sector que actualmente se está desmoronando.

-¿Es rentable la inversión pública en arte?

-El director de Artium, el Centro de Arte Contemporáneo de Vitoria, Daniel Castillejo, nos comentó que la Consejería de Cultura del País Vasco había hecho un estudio para ver cómo repercutía el dinero invertido en este museo. La respuesta fue que cada euro invertido repercutía en la ciudad en un euro y medio. Era rentable. Un estudio parecido habría que hacer en Andalucía.

-El gobierno de la nación anuncia que ya ha comenzado la recuperación económica. ¿Se está notando en las galerías?

-Se empieza a notar muy poco. En Andalucía poquísimo, pero quizás en Madrid, donde tenemos el otro espacio, R.O. Proyectos, la gente acude con una actitud más optimista.

-El editor Mario Muchnik publicó su divertido libro Lo peor no son los autores, en el que describe las ricas pero complejas relaciones que unían al editor con sus escritores. ¿Se lleva bien con sus artistas?

-Sobre este asunto se suelen hacer muchos chistes que prefiero no contar. Me gustaría hacer hincapié en que los galeristas somos los primeros que admiramos a los artistas. Cuando conozco a un artista nuevo se me abre un mundo impresionante de aprendizaje, de conocimiento... El trato con el autor es como el que se tiene con cualquier otra persona: hay gente maravillosa y encantadora, otras más hermética y otros más zafios. Creo que es un mérito el que sigan con nosotros artistas con los que comenzamos a trabajar hace ya décadas, como Patricio Cabrera, José María Báez, Curro González...

-¿El galerismo, como el trabajo editorial, tiene mucho de camino budista de perfección, de saber renunciar al propio ego?

-Sí, sinceramente creo que sí. Yo era un pintor aficionadete y lo dejé porque llegué a la conclusión de que no tenía sentido. También es cierto que este camino budista como usted dice te da muchas cosas: amigos, inquietudes...

-Me han dicho que es usted un contumaz coleccionista.

-En casa tenemos una colección de arte contemporáneo y alguna pieza antigua. Tenemos obra de Luis Gordillo, Carmen Laffón, Equipo 57, Palazuelo, Chillida, algo de Picasso... de todos los artistas con los que hemos trabajado. En la época en que era posible, en Arco, si la cosa iba bien, comprábamos alguna pequeña pieza de un artista internacional, porque creíamos que era una forma de apoyar la presencia de galerías extranjeras en España. La galería Rafael Ortiz como tal también tiene su propia colección, que es de las que tiramos los años que las cosas vienen mal dadas.

-Esa, la del arte contemporáneo, es su faceta de coleccionista más obvia. Pero también posee usted una impresionante colección de objetos de baquelita que va a ser expuesta en el Museo Nacional de Artes Decorativas próximamente.

-Hace unos veinte años que empezó mi amor por el que fue el primer plástico, el primer material sintético cien por cien creado por el hombre. Lo creó en 1907 el belga Leo Baekeland y con él se fabricó de todo y en todos los colores, los teléfonos negros antiguos, los mangos de las planchas, juguetes, cocteleras, cascos de guerra, esprimidores, polveras... El fabricante lo publicitaba como "el material de los mil usos"

-Felipe Benítez Reyes ha escrito que el coleccionismo es una cuestión de insistencia.

-Estoy de acuerdo. El coleccionar estos objetos me ha aportado cierta disciplina. A mí me gusta recorrer los mercadillos: el Jueves en Sevilla, las Pulgas en París, el Encants en Barcelona, el Rastro en Madrid... La exposición del Museo Nacional de Artes Decorativas, organizada por el Ministerio de Cultura, va a estar comisariada por Luis Martínez Montiel, historiador del Arte.

-Se suele decir que en Andalucía hay muy pocos coleccionistas.

-Es verdad que, para el número de habitantes que tiene la comunidad, no abundan, pero también es cierto que los pocos que hay están muy implicados, son militantes, personas que están muy al tanto de todo lo que ocurre. Ahora tenemos más clientes en Madrid o incluso en Santander que aquí.

-Hablando de Madrid, ¿cómo le va con el espacio que ha abierto allí, R. O. Proyectos?

-Bien, aquello no es una sucursal de la galería y hacemos cosas que van más allá de mostrar la obra y vender. R.O. tiene unas condiciones óptimas para colgar las piezas y ahora tenemos una exposición preciosa de Ignacio Tovar, con pintura y foto... Incluso se ha vendido algo, lo que ya es un milagro. Estamos implicando en el proyecto a otros colegas de Portugal o de Barcelona. Es un lugar para invitar a gente que proponga cosas. Ahora estaremos en PhotoEspaña, en la sección off, con Aitor Lara, con el que no habíamos trabajado hasta el momento.

-La Biacs fue un fracaso, el proyecto de San Clemente se quedó en su mínima expresión... ¿Tiene razón el tópico de las malas relaciones de Sevilla con la contemporaneidad?

-La parte folclórica de Sevilla está ganando puestos, lo que me produce cierta depresión, aunque siempre soy optimista. Nada más hay que ver la ciudad, cómo han convertido el Barrio de Santa Cruz en un parque temático... Carmen Laffón me contó que su padre decía que Mateos Gago era la calle más bonita de Sevilla y ahora no puedes caminar por ella. Hay un auténtico abuso por parte del Ayuntamiento de dar licencias de veladores, el comercio no es muy selecto... Sevilla se merecería ser Siena, cuidar hasta el último ladrillo, pero estamos llegando a unos niveles preocupantes.

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