Aníbal González Serrano | Médico estomatólogo e investigador de la obra de su abuelo

“Se ha destruido un 20% de la obra de Aníbal González”

  • Conocido profesor y profesional de la odontología, es también el guardián y divulgador del legado de su abuelo, el arquitecto más popular que ha tenido Sevilla

Aníbal González, frente al Pabellón Real

Aníbal González, frente al Pabellón Real / Antonio Pizarro

Llega a la cita puntual, impecablemente vestido pese al calor que aprieta, digno representante y guardián del legado de su homónimo abuelo, el arquitecto Aníbal González Álvarez-Ossorio, sin duda el más popular de su gremio en la ciudad. Aníbal González Serrano (Sevilla, 1948) es muy conocido como médico estomatólogo y profesor titular que fue de la Facultad de Medicina, primero, y de la de Odontología a partir de su fundación. Debido a sus aportaciones en la fluoración del agua potable fue nombrado Sevillano del Año por el Rotary Club en 1987. Pero si hoy comparece en este Rastro de la Fama se debe a su condición de investigador y divulgador de la obra de su abuelo, sin la cual no se puede entender la configuración de la Sevilla actual, pese a las numerosas “barbaridades desarrollistas” perpetradas en las últimas décadas. Precisamente, acaba de publicar y presentar el libro Inspiración, Trabajo y Constancia. Trayectoria personal y profesional del arquitecto Aníbal González Álvarez-Ossorio, que cuenta con el prólogo de otro de los grandes conocedores de esta figura, Víctor Pérez Escolano. Un repaso, en definitiva, por la vida y obra del que proyectó las plazas de España y América. Confiesa que no fue arquitecto porque se le daban muy mal el dibujo y las matemáticas.

–Ser nieto de Aníbal González y llamarse Aníbal González debe imprimir carácter.

–He vivido toda mi vida rodeado de cosas de Aníbal González. Mi padre era un enamorado de su padre, de su obra y de su persona. Me lo inculcó.

–Es llamativa la popularidad de la que sigue disfrutando Aníbal González. Parece más un torero que un arquitecto.

–A la entrevista he venido en un radio-taxi y el conductor, al ver mi nombre, me ha dicho: “usted se llama como el arquitecto de la Plaza de España”. Así todos los días. Es un personaje muy querido por el pueblo sevillano.

–¿De qué sustrato salió Aníbal González? ¿Cuáles eran sus orígenes familiares?

–Pertenecía a una familia ilustrada pero poco acomodada. Su padre, José González Espejo, era encargado de una droguería importante de la familia Bidón. Desde pequeño se le daban muy bien el dibujo y, en general, todas las asignaturas. Primero estudió en el Santo Ángel, pero el Bachillerato lo hizo por libre. Llama la atención la cultura que tenía. Fue su madre, Catalina Álvarez-Ossorio y Pizarro, quien lo animó a estudiar Arquitectura.

–Me imagino que estudiaría en Madrid, porque entonces no había Arquitectura en Sevilla.

–Sí, fue un sacrificio familiar. Para ingresar se preparó en la academia que un militar, don Antonio Ollero, tenía en San Juan de la Palma. También dio clases de dibujo. En esa época el ingreso en Arquitectura era muy difícil y la prensa reseñó que el “joven Aníbal González” lo había conseguido con muy buena nota y que los profesores afirmaban que “iba a ser un alumno a tener en cuenta”. Así fue.

Su primer proyecto importante fue la Plaza de Toros de Osuna, por la que cobró 1.000 pesetas

–¿Cómo fueron sus años madrileños?

–Se pasó todo el tiempo estudiando en la Real Academia de San Fernando, donde se cursaba Arquitectura en esa época, ya que aún no existía la Escuela. Su promoción fueron trece o catorce alumnos, ni uno más. Era el único sevillano del grupo. Al año siguiente entró otro sevillano, José Gómez Millán, que terminaría siendo su cuñado. Mis abuelos se casaron en 1904 en la iglesia de la Magdalena.

–¿Y cómo fueron sus inicios como arquitecto en Sevilla?

–Duró un año como arquitecto auxiliar de la Diputación de Sevilla y, paralelamente, abrió su propio estudio. Le ayudó su futuro suegro, José Gómez Otero, el primer arquitecto titulado que hubo en Sevilla. Él había sido maestro de obra –un grado académico–, pero al salir la titulación de arquitecto se fue a Madrid en diligencia, en 1875, para examinarse y lograr la homologación.

–¿Qué edificios importantes hizo Gómez Otero?

–El más conocido es la llamada hoy Casa Guardiola. Gómez Otero tuvo tres hijos arquitectos que trabajaron mucho en Sevilla, los Gómez Millán: José, Antonio y Aurelio.

–Volvamos a Aníbal González. ¿Tenemos constancia de cuál fue su primer edificio?

–He descubierto que uno de sus primeros trabajos fue la plaza de toros de Osuna, algo que hasta ahora se desconocía. Encontré el dato en uno de sus cuadernos de trabajo. Fue entre 1902 y 1904, y por el proyecto y su ejecución cobró 1.000 pesetas. Cuando empezó este trabajo apenas había terminado la carrera hacía unos meses.

–¿Un hallazgo por casualidad?

–Nada de casualidad, porque llevo más de once años trabajando sobre la figura de mi abuelo. He estudiado minuciosamente cuarenta y cinco de sus cuadernos de trabajo, con más de cien páginas cada uno. Línea por línea y letra por letra.

–La plaza de toros de Osuna fue el inicio de una carrera muy fecunda. Hizo muchísimos edificios.

Aníbal González quería hacer cosas bellas. No sé si era un arquitecto o un artista”

–Sólo en la ciudad de Sevilla hay registradas 486 intervenciones. Hizo edificios en toda Andalucía, excepto en la provincia de Almería. En total, más de 500 obras.

–Debía tener mucha gente trabajando en su estudio.

–Sí, mucha. Pero hubo un determinado grupo de personas que fueron muy importantes, como Cayetano González o Manuel de la Cuesta y Ramos, un pintor decorador que trabajó mucho con mi abuelo, Talavera y Espiau. Él fue el que hizo las maquetas de los edificios que Aníbal González presentó al concurso de la Exposición Iberoamericana de 1929, por lo que ganó el título de arquitecto director. También fue fundamental Aurelio Gómez Millán, del que ya hablamos antes. En cuanto terminó la carrera se metió en el estudio de su cuñado y estuvo trabajando allí hasta que mi abuelo murió. Él fue el gran continuador de su estilo. Un ejemplo claro lo tenemos aquí al lado, el Pabellón Domecq del Parque de María Luisa, donde ahora están las Juventudes Musicales. Se nota muy claramente la influencia de Aníbal González.

–¿Fue siempre igual la obra de Aníbal González o hubo evolución?

–Aníbal González abrazó en principio el modernismo, que era la tendencia que le enseñaron sus profesores cuando estaba en Madrid, pero después de un breve periodo historicista, fue un arquitecto regeneracionista, muy influenciado, como tantos de su generación, por las pérdidas de las colonias de ultramar, el llamado desastre del 98. Con el tiempo iría acentuando cada vez más su inclinación hacia el regionalismo.

–Gracias a estos arquitectos vinculados al regionalismo se produjo en Sevilla un auténtico renacimiento de las artesanías.

–Con la ayuda de un personaje fundamental: José Gestoso. Gestoso era muy amigo de mi abuelo y trabajaron juntos en muchos proyectos, como la restauración de la torre de la iglesia de San Marcos. Colaboraron también en el cortijo de la finca Las Quinientas, cerca de la Cartuja de Jerez, y en el pabellón de las Bellas Artes, el que es hoy Museo Arqueológico… Siempre mantuvo el contacto con él.

–¿Llegó a ser un hombre rico?

–No, para nada.

–¿Y por qué no, con todos los edificios que hizo?

–Su pasión era construir y edificar. Él lo que quería era hacer cosas bellas… Tanto que no sé si era un arquitecto o un artista. En este sentido era muy importante la vasta cultura que tenía, como prueba su excelente biblioteca. El dinero era secundario para él, muchas cosas de la Exposición del 29 ni las cobró.

–También fue importante su dimensión como urbanista.

–Desde muy joven ya estaba preocupado por la ciudad. Creía que Sevilla se tenía que abrir más, que las calles se tenían que ensanchar… La pasión urbanística de Aníbal González se comprueba en su colaboración, junto al arquitecto municipal José Sáez, en el ensanche de la Avenida de la Constitución.

Aníbal González fue muy amigo de Gestoso, ambos trabajaron juntos en la restauración de la torre de San Marcos

–José Sáez, el arquitecto de lo que hoy llaman los Antiguos Juzgados.

–Eran muy amigos, tanto que la gente cree que el Matadero Municipal, donde hoy hay un conservatorio, es obra de Aníbal González, cuando su autor es José Sáez. Otra cosa que apenas sabe nadie es que mi abuelo consiguió la desafección de unas casas en Santa Catalina para ampliar toda esa zona dentro del objetivo de construir un eje este-oeste, desde la Ronda Histórica hasta la Puerta Real.

–Pero ¿cuál fue su gran proyecto urbanístico?

–El trazado del barrio de Nervión. Con decirle esto creo que es suficiente. Me gustaría destacar también su acentuada conciencia social, su interés por mejorar las condiciones de los obreros. Tenga en cuenta que en aquella época la gente vivía muy mal. Aníbal González consiguió impulsar quince cooperativas de vivienda.

–¿Al estilo del Retiro Obrero?

–El Retiro Obrero lo hizo su amigo Antonio Ollero, que era hijo de ese militar del que hablamos antes, el que lo preparó para ingresar en Arquitectura. De Aníbal González son las viviendas del Patronato de Casas Baratas que están ubicadas en Ramón y Cajal, esas que tienen muchos arcos.

–No podemos obviar su faceta como arquitecto del mundo agrario.

–Tengo registradas más de 25 intervenciones en haciendas, cortijos, lagares... Como la casa de la finca Monte San Miguel, que construyó para el Marqués de Aracena, del que terminó siendo consuegro. La compró antes de su fallecimiento Pepe Moya, quien en alguna ocasión me llamó para que le explicase cosas del edificio.

–¿Cómo es su arquitectura rural?

–La mayoría son reformas de haciendas y cortijos antiguos. Además de Monte San Miguel, me gusta mucho el cortijo de la finca Los Lozanos, en el término municipal de Valdezufre, de estilo neomudéjar.

Su gran aportación al urbanismo de Sevilla fue el diseño de Nervión. También colaboró en el ensanche de la Avenida

–El gran momento de Aníbal González fue el 29.

–Su obra cumbre, indudablemente, fue la Plaza de España, donde se condensan todas las grandes tradiciones constructivas del país: el gótico-mudéjar, el renacimiento y el barroco. Estaba previsto que Aníbal González hiciese unos dieciséis edificios de la Exposición, pero al final no fueron tantos, porque hubo problemas de financiación, uno de los grandes problemas de la cita.

–A mí, incluso más que la Plaza de España, me gusta la Plaza de América, es una delicia pasear por ella.

–Son diferentes. Tanto el urbanismo como los edificios (los museos Arqueológico y de Artes y Costumbres Populares y el Pabellón Real) los diseñó él. Durante su proyecto, tuvo sus más y sus menos con Jean-Claude Forestier, el paisajista que diseñó el Parque de María Luisa, aunque finalmente llegaron a un acuerdo. La plaza se construyó sobre el Huerto de Mariana, que tenía una serie de pequeñas edificaciones que hubo que tirar. Se empezaron las obras en 1912 y se finalizaron oficialmente en 1917, aunque el pabellón del Renacimiento tardó un poco más en terminarse, porque hubo muchos problemas con la contrata.

–Al final dimitió de su cargo de arquitecto de la Exposición. Se fue un tanto disgustado, ¿no?

–No le gustó que Cruz Conde, el Gobernador Civil y comisario de la Exposición que puso Miguel Primo de Rivera, hiciese una limpia de los sevillanos que estaban en la organización. Finalmente se fue y Cruz Conde se molestó mucho con la decisión. Hubo sus más y sus menos en la prensa.

–No se entiende a Aníbal González sin el elemento verde.

–Le voy a contar cómo tomó una decisión importante. Me lo refirió mi tía Pilar. Un día estaba trabajando y le preguntó a sus hijas cómo diseñaba la jardinería de la Plaza de América, con una gran pradera de grama verde o con parterres y jardincitos. La familia se decidió por la segunda opción, que es como finalmente se hizo y hoy la podemos ver. Lo que sí tenía muy claro mi abuelo era hacer en el centro de la plaza el gran estanque. Si usted se pone junto a la baranda y gira 360 grados verá toda la panorámica de la plaza, incluso los suelos de los tres pabellones.

–Ahora se anuncia un museo sobre Aníbal González justo aquí al lado, en uno de sus edificios, el que fue Pabellón Real de la Exposición de 1929

–Me hace una ilusión tremenda. Ya han empezado los trabajos. Ahora nos tenemos que poner de acuerdo en toda la cuestión de los documentos y planos que se van a exponer. Una parte muy importante del fondo está actualmente en la Fundación Fidas del Colegio de Arquitectos. Yo fui a depositarlo con mi padre. Dicen que de aquí a dos años el museo ya se podrá visitar.

-¿Actualmente queda algún Aníbal González arquitecto?

-Que se llame Aníbal no, aunque hay algunos biznietos que sí son arquitectos. Hubo un hijo suyo, que también se llamaba así y fue arquitecto. Hizo algunos pueblos de colonización: San Ignacio del Viar, Guadalema de los Quintero… También construyó muchas escuelas, porque trabajaba para el Ministerio de Educación.

–¿Y cómo se conserva la obra de Aníbal González? ¿Se han destruido muchos de sus edificios?

–Se han perdido bastantes, aproximadamente un 20%, y otros se han modificado tanto que a mí me cuesta trabajo identificarlos. Por ejemplo, se perdió ese edificio regionalista precioso que estaba en la esquina de Canalejas con González Abreu. Otros, sin embargo, se han conservado muy bien gracias a sus propietarios. Hoy en día, cuando vas a comprar un apartamento en uno de sus inmuebles te dicen: “Este edificio es de Aníbal González”. Eso le añade valor.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios