“Sin viviendas, la Cartuja es un polígono”
Javier Navarro de Pablos | Arquitecto
Este profesor de Urbanismo y diseñador de la portada de la Feria de 2022 dedica sus investigaciones al espacio público, las cartografías urbanas y el encuentro entre ciudad, memoria y tiempo Juan López-Herrera: “Sevilla es una buena ciudad para echarla de menos”César Romero: “Me guste o no, Sevilla es ya como mi cuerpo. Es la ciudad que tengo”
La mesa de su despacho parece más la de un profesor de literatura que de urbanismo: Argullol, Yourcenar, algún joven poeta sevillano... Javier Navarro de Pablos (Sevilla, 1991) es uno de esos arquitectos que no conciben su profesión al margen de las corrientes artísticas y culturales. Para él no hay buen arquitecto que no sea buen lector. Perteneciente a la generación post Expo, este doctor por las universidades de Sevilla y La Sapienza de Roma centra sus investigaciones en “el espacio público, las cartografías urbanas y los encuentros entre ciudad, memoria y tiempo”. Su tesis doctoral ‘Sevilla y el rito: Paradigmas del vacío ocupado. Un relato cartográfico de la ciudad efímera’, ha sido reconocida con el IX Premio del IUACC. Navarro de Pablos, que también ha sido galardonado por la Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo y su tocaya iberoamericana, es autor también del libro ‘Los días azules. Conversaciones sobre arquitectura, ciudad y tiempo a orillas del Guadalquivir’ (Recolectores Urbanos Editorial). Asimismo, es coautor de ‘Galerías’, el anuario de la Escuela de Arquitectura de Sevilla, de la que es profesor, y de ‘La idea de tiempo en las obras de Arquitectura y de Arte en el Territorio’ (Recolectores Urbanos Editorial). Diseñó la portada de la Feria de 2022.
Pregunta.–¿Qué está leyendo?
Respuesta.–Enciclopedia del crepúsculo, de Rafael Argullol. Es mi libro de cabecera. Me lo recomendaron en la carrera y desde entonces no lo he soltado. Consiste en una recopilación de pequeños artículos sobre todo tipo de cosas, desde una historia alternativa del Arte hasta la guerra de Afganistán.
P.–Ese libro de ahí, La ciudad sin imágenes, no lo conozco.
R.–Es de un poeta sevillano, Juan Gallego Benot. En él habla de arquitectura y urbanismo. La arquitectura está presente en la literatura desde sus inicios. Las primeras ciudades y la escritura nacieron al mismo tiempo. Entender Itálica o el Mediterráneo es leer a Marguerite Yourcenar. Un buen proyectista de espacios siempre es un buen lector.
P.–Leyendo su currículum uno cae en la cuenta de que Italia ha tenido mucho peso en su trayectoria.
–Italia es, de alguna manera, la propietaria del legado de nuestra cultura mediterránea. Todos los caminos terminan reconduciéndonos a ella. Yo tengo una relación muy especial con Venecia y Roma. A Venecia le pasa un poco como a Sevilla. Ambas, en momentos distintos, marcaron la cultura occidental.
P.–Y ahora les une la turistificación.
R.–Efectivamente. Pero ninguna ciudad está encontrando soluciones efectivas para ese problema. Fíjese en Barcelona, a pesar de que hace once años prohibió otorgar nuevas licencias de pisos turísticos, no ha dejado de sufrir la turistificación. Es el gran reto de las ciudades actuales. En Venecia han intentado, incluso, cobrar la entrada a la ciudad, como si fuese un parque temático.
Hay que avanzar hacia una nueva arquitectura del sur, vanguardista pero con raíces
P.–En Sevilla, por ahora, queremos hacerlo solo en la Plaza de España.
R.–Cuando escuché por primera vez esa medida no me lo podía creer. Ese espacio no fue creado como un monumento, sino como una plaza. Cerrarla y cobrar por entrar sería acabar con su espíritu. Por supuesto que se deben buscar formas de aumentar la recaudación de fondos que se inviertan directamente en la conservación del patrimonio, pero eso no puede pasar por el cierre del espacio. Detrás de todo esto hay una cierta perversión privatizadora.
P.–¿Qué le parece Icónica?
R.–Estoy en total desacuerdo con que durante unos meses al año se cierre un espacio público y se pervierta su sentido con toda la logística que supone Icónica. Se está convirtiendo lo excepcional –la ocupación del espacio público con fines culturales– en norma.
P.–¿Pero cómo se arregla la turistificación?
R.–Se tienen que implicar todas las administraciones. Desde luego la Junta debe dar un paso con la tasa turística. Hay que desarrollar un programa de vivienda pública que recupere para los ciudadanos las zonas de los centros históricos que están más tensionadas por la turistificación. En Sevilla falta liderazgo y compromiso para luchar contra este problema.
P.–El tema de su tesis fueron las arquitecturas efímeras. Usted mismo ha sido diseñador de la portada de la Feria de 2022. Para lo moderno que es usted el diseño fue muy clásico.
R.–Era de inspiración regionalista y tradicional. Me basé en el Hotel Alfonso XIII. Muchos compañeros me criticaron. Pero yo creo que la portada de la Feria y la arquitectura efímera en general es un canal de comunicación que debe conectar con la sensibilidad de la población local. Hasta ahora el modelo en el que la gente se siente más reconocida es el regionalista. Creo que la portada de la Feria es una oportunidad para innovar en modelos contemporáneos. Sé que perdí una oportunidad y asumo mi contradicción. Pero si hubiese presentado otra cosa no hubiese ganado, el proyecto habría quedado en saco roto. El regionalismo marca un sello propio al que Sevilla no debe renunciar, provinciano en el buen sentido de la palabra. Al igual que nos comemos las eses proyectamos de una determinada manera y no tenemos por qué asumir de forma acrítica modelos que vengan de Róterdam o Berlín. Podemos desarrollar un lenguaje propio, pero sin ensimismarnos. Tenemos que avanzar hacia una nueva arquitectura del sur, vanguardista pero sin renunciar a sus raíces.
P.–¿De dónde vienen estas arquitecturas efímeras?
R.–Del espíritu teatral de las culturas mediterráneas. Desde Oriente Medio hasta Tarifa hay una manera común de ocupar el espacio público. La arquitectura efímera pasa, pero deja una huella indeleble que va consolidando un espacio público que llega a introducirse dentro de las viviendas, de las iglesias... Por ejemplo, la Catedral de Sevilla, durante siglos, fue una gran plaza cubierta. Las sociedades mediterráneas siempre hemos requerido espacios públicos para celebrar nuestras ceremonias y liturgias. Necesitamos el contacto piel con piel. Este es muy importante en unos momentos en los que el mundo virtual está intentando sustituir al mundo real.
P.–Las arquitecturas efímeras tuvieron su momento álgido en el barroco.
R.–Sevilla fue capital de la Contrarreforma, pero también tenía un poso morisco y judío. Siempre ha sido una ciudad muy heterodoxa, por lo que se tuvo que exagerar su ímpetu contrarreformista. Llevamos al extremo el nuevo lenguaje.
Históricamente, Sevilla ha intentado paliar sus carencias a través de la fiesta
P.–Ahí está el famoso soneto de Cervantes al túmulo de Felipe II. Hubo arquitecturas efímeras cuyo recuerdo permanecen aún hoy.
R.–Otro ejemplo es la proclamación del dogma concepcionista Sevilla se volvió loca y llenó sus calles de gallardetes, terciopelos, arcos, procesiones. Lo mismo pasó cuando Felipe V trasladó la corte a Sevilla en el Lustro Real. Sevilla intentó maquillar su decadencia a través de la fiesta y se hizo un programa festivo impresionante. Se vaciaron las arcas en construir palcos efímeros en el Guadalquivir y la Alameda, en convertir la plaza de San Francisco en un recinto para celebrar juegos de cañas y corridas de toros, en hacer espectáculos de fuegos artificiales en la plaza del Duque. Históricamente, Sevilla ha intentado paliar sus carencias a través de la fiesta.
P.–Las cosas no han cambiado demasiado.
R.–No, aunque yo soy un defensor de la fiesta y su forma de entender el espacio público. Me gusta reivindicar y potenciar su vanguardia; su carácter contrarreformista frente a las dinámicas tecnológicas actuales. Pero es cierto que a veces la fiesta es una especie de máscara que esconde las vergüenzas.
P.–Y nuestra afición a los grandes eventos.
R.–Sevilla siempre ha avanzado a golpe de grandes eventos. En la entrada de Carlos V en la ciudad en 1526 se construyeron, además de 16 arcos efímeros, la Casa de Contratación y se acometieron grandes arreglos en el Alcázar. También se rehabilitan muchos edificios. Por supuesto, están las dos grandes exposiciones del 29 y el 92.
P.–Ambas exposiciones tuvieron muchas arquitecturas efímeras.
R.–Era parte de su espíritu, pero es una pena que en Sevilla se perdieran grandes ejemplos de arquitectura efímera, como el pabellón de Japón de Tadao Ando. El 92 fue el gran momento de valentía de la ciudad. La ciudad se despojó de todas las piedras que llevaba en la mochila y , en cinco años, consiguió dar un salto que a otras ciudades les hubiese costado treinta. Seguimos viviendo de eso.
P.–Hablemos de la Cartuja.
–Es de los recintos de exposiciones que mejor ha envejecido, con mucha diferencia.
El 92 fue el gran momento de valentía de la ciudad. Seguimos viviendo de eso
P.–Pero sigue la asignatura pendiente de su integración en la ciudad.
R.–Porque no tiene viviendas. No hay ciudad sin viviendas. Sin estas, la Cartuja es un polígono. Cuando las tenga empezaremos a recorrer la Cartuja con naturalidad. Es perfectamente factible construir viviendas en la Cartuja. Hay que abordar el problema.
P.–Uno de sus trabajos más recientes es sobre el plano de Olavide.
R.–El plano de Olavide representa los cambios que se producen en la ciudad en el siglo XVIII, cuando llegan los principios ilustrados. Me refiero a la apertura de espacios públicos, la dotación de los primeros mercados de abastos y, sobre todo, la reforma administrativa que divide Sevilla en cuatro cuarteles más Triana y la identificación de cada una de las manzanas con un código. Digamos que esto permitió aplicar la ciencia administrativa a una ciudad que seguía con esquemas medievales. Nosotros hemos insertado en el plano las plantas de los edificios públicos, lo que ha sido una labor documental importantísima. También ha sido notable la localización de todas las huertas, cortijos y haciendas que rodeaban la ciudad.
P.–Hablemos un poco más del problema de la vivienda. ¿Qué soluciones hay?
R.–Desde el Urbanismo actual se defiende la idea de seguir expandiéndose, y no tiene sentido. Lo que hay que hacer es densificar la ciudad, crecer en altura.
P.–Pero eso es complicado. Estamos viendo la destrucción del paisaje de las azoteas de Sevilla.
R.–Sí, pero no puede ser que en lugares de nueva urbanización se construyan edificios de planta baja más tres o cuatro pisos. Todas las grandes ciudades europeas están creciendo en altura, se están haciendo más densas.
P.–¿Y eso no es un poco asfixiante?
R.–En Cataluña se están haciendo magníficos edificios de VPO de seis plantas que para nada dan esa sensación.
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