COLGADO del larguero y pidiendo a gritos el final, el Betis agarró un triunfo que se le resistía en casa desde antes del Mundial y así confirmar una quinta plaza ciertamente ilusionante. Todo fue tras un inicio trepidante con gol de Juanmi antes de romper a sudar y con un recital del recuperado Canales. Dato éste que es un balón de optimismo para los de la fe verdiblanca, pero la sensación de que se ha perdido solidez ensombrece el panorama.

Aunque no conviene olvidar el recital de ocasiones erradas ante Masip y que emulaba al par de lances que perdonó Larin como preludio del gol que lograba a la media hora de juego para empatar el partido. El pleito se convertía en un correcalles, donde las ocasiones proliferaban en ambas porterías y un penalti bien trabajado por Ayoze hizo que volviese la normalidad al marcador cuando se llegaba al descanso. Y con Canales out, el segundo tiempo va a ganar en suspense.

Estábamos ante un muy buen Valladolid que se adueñaba del balón gracias a la conquista del centro del campo, donde Guido se mató acudiendo a varios sitios a la vez. Y en el descanso había sustituido Pellegrini al muy neófito Abner, que a su bisoñez añadía estar cargado de personales y bien pudo Mateu mostrarle la segunda tarjeta en un agarrón que el valenciano dejó impune. Pero a lo que íbamos, que lo que estaba por llegar iba a ser como una novela de final incierto.

Idas y venidas, pérdidas de balón inconcebibles, Luiz Henrique que no mejora a Canales, lógico, y el equipo de Pacheta que supera al de Pellegrini en tiempos de posesión. Ocasiones a granel que se desperdician, trabajo para ambos postes y tramo último angustioso con final feliz, eso sí. Tras aquel triunfo en octubre sobre el Almería, el Betis lograba hacer bueno su papel de anfitrión y lo mejor de todo es que no pierde comba respecto a sus objetivos, pero urge recobrar solidez.