Las razones, según un psicólogo, por las que un adolescente se aísla en su habitación

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Muchos adolescentes se encierran no porque no quieran hablar, sino porque no saben cómo hacerlo sin sentirse presionados

Leticia Martín Enjuto, psicóloga, explica algunas razones del aislamiento en la adolescencia: "La clave está en conseguir que nuestro adolescente vea un lugar seguro en la familia"

Alfonso Navarro, psicólogo especializado en terapias para adolescentes
Alfonso Navarro, psicólogo especializado en terapias para adolescentes / @fluxua.psicologia

La adolescencia es una etapa de transformación profunda que marca el paso de la infancia a la adultez, y aunque puede ser desconcertante para madres, padres y cuidadores, es un proceso natural y necesario. Durante este periodo, los adolescentes atraviesan una serie de cambios físicos, emocionales, cognitivos y sociales que influyen directamente en su comportamiento. El cuerpo cambia con rapidez, las emociones se intensifican y el pensamiento comienza a volverse más complejo y crítico. Los menores empiezan a buscar su identidad, experimentan con ideas, estilos y pertenencias y tienen un deseo ardiente y constante de autonomía.

Es normal que muestren cambios de humor, se vuelvan más reservados, prioricen la relación con sus iguales y que se alejen de la familia. Muchas veces, este comportamiento es interpretado como rebeldía o desinterés, cuando en realidad responde a una necesidad de autoafirmación y espacio personal. Comprender estas características puede ayudar a los adultos a acompañar este proceso sin invadir, respetando su crecimiento y favoreciendo una comunicación cercana y empática, que ayude a construir puentes en lugar de levantar barreras.

Este alejamiento no siempre significa que haya un problema grave, ni que tu hijo no te quiera. De hecho, muchas veces es todo lo contrario. En su búsqueda por definirse y ganar autonomía, los adolescentes tienden a refugiarse en su habitación como un espacio seguro, donde pueden tener control, intimidad y, sobre todo, tranquilidad. Pero cuando este hábito se convierte en una barrera emocional, cuando notas que la distancia va más allá de lo físico, es momento de observar con más atención. Tal vez, sin darte cuenta, algunas actitudes habituales estén contribuyendo a esa desconexión.

Cuando el control se confunde con cuidado

Es natural que quieras lo mejor para tu hijo. Queremos asegurarnos de que estudie, de que coma bien, de que duerma lo suficiente y no se meta en problemas. Pero en medio de esa preocupación, es fácil caer en un patrón de control constante que puede agobiarlos. Según el psicólogo experto en terapia de adolescente Alfonso Navarro, están en su habitación durante un tiempo, salen y de repente los padres empezamos a avasallarlos con un interrogatorio de preguntas del tipo "¿Has hecho la tarea?", "¿Por qué estás tanto tiempo con el móvil?" o "¿Recogista el cuarto?", se agobian y vuelven a su espacio seguro que es su cuarto.

Este tipo de interacción genera una respuesta defensiva. La habitación se convierte en un refugio para escapar de la presión, incluso si no es intencional. Los adolescentes necesitan sentir que tienen cierto poder sobre su vida diaria y cuando el entorno familiar se percibe como una fuente constante de exigencias, el aislamiento se convierte en una forma de preservar su equilibrio emocional.

La solución no es dejar de preocuparse, sino cambiar el enfoque. En lugar de preguntar desde la urgencia o la obligación, intenta abrir espacios de diálogo desde la curiosidad y la empatía. Preguntas como "¿Cómo fue tu día hoy?" o "¿Qué fue lo más interesante que pasó en la escuela?" invitan a compartir sin sentirse evaluado. Evitar juicios y dar espacio a las respuestas, por pequeñas que sean, es una forma de mostrar que estás presente sin invadir.

Espacio personal y conexión emocional: el equilibrio que necesitan

Muchos adolescentes se encierran no porque no quieran hablar, sino porque no saben cómo hacerlo sin sentirse presionados. La habitación es, en este sentido, más que un lugar físico: es una metáfora de su necesidad de independencia. A esta edad, están en pleno proceso de construcción de su identidad, y eso incluye explorar sus intereses, emociones y pensamientos lejos del ojo adulto.

No obstante, esto no significa que no necesiten tu presencia. Lo que buscan es una presencia distinta, menos directiva y más disponible. Aquí es donde entra la importancia de conectar con sus intereses. Compartir una película que le guste, sentarte a ver el videojuego que juega o simplemente interesarte genuinamente por una canción que escucha, puede abrir más puertas que mil preguntas. Lo importante no es entender todo lo que le gusta, sino mostrarle que lo que le importa a él también puede importarte a ti.

Las preguntas abiertas, formuladas sin intención de dirigir o corregir, pueden ser clave. De esta manera, si planteamos un "¿Qué te hace reír últimamente?" o "¿Qué te gustaría hacer este fin de semana?", abre caminos a la conversación con nuestro hijo o hija en la que le demostramos que nuestra única intención es la de conocer y no la de juzgarle. Tampoco se trata de forzar momentos especiales, sino de estar disponible cuando él esté listo para hablar. A veces, un silencio compartido frente al televisor puede significar más que una conversación forzada.

El aislamiento adolescente no es una señal de fracaso como madre o padre , sino que forma parte del proceso de esta nueva etapa y de su crecimiento, aunque a veces nos duela. Pero esa puerta cerrada no es definitiva. Con empatía, paciencia y un cambio en la forma de relacionarnos, es posible volver a construir puentes. En lugar de luchar contra el silencio, aprendamos a escuchar con el corazón. Solo así lograremos estar cerca, incluso cuando parece que estamos lejos.

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