¿Son buenos los ejercicios de impacto si tienes inflamación o molestias digestivas?
Investigación y Tecnología
El movimiento adecuado puede ser de gran ayuda para estimular el tránsito intestinal, reducir el estrés, mejorar la circulación y favorecer el equilibrio del sistema nervioso autónomo, clave para una digestión saludable
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La práctica regular de ejercicio físico se asocia con numerosos beneficios para la salud, tanto física como mental. Sin embargo, cuando el cuerpo atraviesa situaciones específicas como inflamación abdominal o molestias digestivas, surgen dudas sobre qué tipo de actividad es más recomendable. Muchas personas con problemas gastrointestinales ocasionales o crónicos se preguntan si los ejercicios de alto impacto, como correr, saltar o realizar rutinas intensas, son apropiados en su situación, o si por el contrario pueden empeorar los síntomas.
La inflamación intestinal, los gases, la distensión abdominal y otras molestias digestivas pueden verse intensificadas por movimientos bruscos o por la presión que algunos ejercicios generan en la zona abdominal. Veamos a continuación los efectos de los ejercicios de impacto en estos casos, y cuáles son las alternativas más suaves que pueden beneficiar la digestión y reducir la inflamación sin comprometer la salud general ni la motivación por mantenerse activos.
Impacto físico y estrés en un sistema digestivo sensible
Los ejercicios de impacto, como el running, los entrenamientos funcionales de alta intensidad (HIIT) o las rutinas de saltos, generan una carga considerable sobre las articulaciones y los órganos internos, incluida la zona abdominal. Este tipo de actividad implica movimientos repetitivos y bruscos que pueden alterar el funcionamiento del sistema digestivo cuando este ya está en un estado de sensibilidad o inflamación. Al saltar, correr o realizar torsiones rápidas, se incrementa la presión intraabdominal, lo que puede provocar un aumento de gases, sensación de pesadez, reflujo o incluso dolor abdominal.
Además, en contextos de estrés físico, el cuerpo libera cortisol, una hormona que en cantidades elevadas puede influir negativamente en la digestión, provocar retención de líquidos e incluso alterar la microbiota intestinal. Por ello, cuando se sufre inflamación o se experimentan molestias digestivas frecuentes, forzar el cuerpo con actividades exigentes puede desencadenar un efecto contrario al deseado: malestar generalizado, fatiga y una recuperación más lenta.
Otro punto importante a considerar es que los ejercicios de impacto elevan la temperatura corporal y aumentan el ritmo cardíaco de forma abrupta. Si una persona ha comido recientemente o si su sistema digestivo está comprometido, este incremento de actividad puede interrumpir o ralentizar los procesos digestivos, causando sensación de náusea, acidez o urgencia intestinal. En personas con condiciones como el síndrome de intestino irritable, colitis o gastritis, estas situaciones pueden resultar especialmente incómodas y contraproducentes.
Alternativas suaves: el movimiento como aliado de la digestión
Aunque los ejercicios de impacto no son la mejor opción durante periodos de inflamación o molestias digestivas, esto no significa que deba evitarse completamente la actividad física. Al contrario, el movimiento adecuado puede ser de gran ayuda para estimular el tránsito intestinal, reducir el estrés, mejorar la circulación y favorecer el equilibrio del sistema nervioso autónomo, clave para una digestión saludable.
Actividades como el yoga, el pilates, la natación suave o, incluso, caminar a ritmo moderado pueden tener efectos muy positivos sobre el sistema digestivo. Estas disciplinas permiten mantener el cuerpo activo sin generar un impacto excesivo, y muchas de ellas, como el yoga terapéutico, incluyen posturas específicas que favorecen el masaje abdominal y la movilización de los órganos internos, lo que puede aliviar gases, mejorar el tránsito y disminuir la sensación de hinchazón.
El pilates, por ejemplo, fortalece el core sin presionar innecesariamente el abdomen y enseña a coordinar el movimiento con la respiración, lo que ayuda a oxigenar los tejidos y a relajar las zonas contraídas. Por otro lado, caminar después de comer, incluso durante solo 15 o 20 minutos, puede ser altamente efectivo para mejorar la digestión y evitar la acumulación de gases, siempre que se haga sin prisa y con una postura erguida. También es importante mencionar el papel de la respiración consciente. Muchos problemas digestivos se agravan por una respiración superficial y acelerada, común en estados de ansiedad. Ejercicios de respiración diafragmática o abdominal pueden ayudar a relajar el cuerpo, a reducir la inflamación intestinal y a calmar la mente, lo que se traduce en una mejora del bienestar general. Incluir estos ejercicios como parte de una rutina de movimiento suave puede potenciar sus efectos terapéuticos.
En resumen, los ejercicios de impacto no son la mejor opción cuando se experimenta inflamación o molestias digestivas, ya que pueden agravar los síntomas y dificultar la recuperación. Sin embargo, mantenerse activo sigue siendo esencial, siempre que se elijan actividades adecuadas al estado del cuerpo. El movimiento consciente, suave y controlado puede mejorar notablemente la salud digestiva y emocional, y convertirse en un apoyo clave en el manejo de estas molestias.
Escuchar al cuerpo, adaptar la actividad física a las circunstancias personales y buscar el equilibrio entre esfuerzo y descanso es la base de un enfoque respetuoso y saludable. Si existen síntomas persistentes, es aconsejable consultar con un profesional médico o fisioterapeuta especializado para establecer un plan de ejercicio individualizado y seguro. La salud digestiva no está reñida con la actividad física, pero sí requiere atención y cuidados específicos.
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