89 Viernes Santos: la nazarena de Montserrat que cumplió con su estación de penitencia
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Es, sin duda, una de las instantáneas más conmovedoras de toda una Semana Santa. Lo compartía el tuitero Francisco Javier Padilla y, posteriormente, lo recogía en una fotografía y entrevista el compañero Alfonso Aparicio. "Quizá parezca una tontería, pero a mí me ha emocionado", relataba Padilla, cofrade bofetero.
Y es que, en efecto, la pasada tarde de Viernes Santo se dejó entrever por las filas de la señera y fantástica cofradía de Montserrat un nazareno de aparente avanzada edad que, apoyada en su andador y con el cirio sujeto al mismo, caminaba junto al resto de sus hermanos haciendo su estación de penitencia. Se retiró a la altura del aparcamiento subterráneo de la Magdalena, tras haber recorrido apenas unas decenas de metros con su túnica, pero más que suficiente. Era una señora, de 89 años, tal y como ha apuntado la cofradía, que igualmente ha recogido la anécdota en sus perfiles oficiales. "89 primaveras de fe inquebrantable".
Acompañada de otra persona, se retiró el antifaz pero, movida por el ánimo de su devoción, volvió a incorporarse a su tramo a la salida de la Carrera Oficial, para continuar acompañando a sus titulares en la alta madrugada del ya Sábado Santo. Como ella, otros tantísimos nazarenos mayores en cuyas manos fluyen los siglos de nuestra propia historia y son verdaderos espejos donde asomarnos. En estos tiempos donde se cuestionan y focalizan las problemáticas estructurales y logísticas de la Semana Santa en el crecimiento del nazareno, detalles como el que nos ocupa nos resultan reveladores y, por supuesto, definitivos: es el nazareno la figura esencial de la Semana Santa, la que la sostiene. Y coincidimos en que las hermandades son fundamentales para su formación como tal y para hacerles llegar el sentido de la realización de una estación de penitencia, independientemente de las motivaciones personales e, incluso, espirituales, de cada uno. Porque es tan infinita la fiesta que no somos nadie para cercarla. Pero el nazareno y su dignidad -ya lo dijo la hermandad del Carmen en una carta demoledora- son intocables.
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